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daniel lebrato obra publicada 1987-2007

Hacia (1999)

Daniel Lebrato

HACIA

 

Hacia

                   [teoría de la ciudad]

 

                   Nadie sabe si Ítaca fue una ciudad o una aldea tal y como las entende­mos ahora. Lo cierto es que el camino de vuelta de Ulises, turista y urbano, propicia el mito doméstico: al fin en casa, su cielo protector. Y qué más da que al día siguiente planeara las fugas sucesivas que son las horas. Homero no lo cuenta y no parece que a ninguno le interese. Comúnmente le decimos regreso.

Regresar es banal, el regreso no. De todas las odiseas, ninguna tan fuerte como reponer la casa, reencontrar o renunciar al mundo tal como lo habíamos dejado, maniáticamente todo en su lugar cualquiera. De pronto ese mundo ha funcionado sin nosotros. (Lo que no es más que un anticipo, una especie de ensayo general.)

Si compuestos, vestiditos como novios, el día nos sorprende y sólo huele a invierno, habrá que ir a la mirada del padre o a los desvanes de la casa familiar; al compañero de pupitre, a aquel amor augural o a aquella declaración que creíamos para siempre. También al amigo que se nos fue en un descuido.

Hacia.

Dicen la infancia, las fotos, una ciudad.

 

[Ciudadano Kane]

Barcelona, 1954

Poquito a poco vamos como la espuma

sucia de los días que deja

en las ciudades la blanca

enamorada nieve

.

 

 

 

 

 

[Epitafio]

Por esta casa -antiguo

número de tal y cual-

pasó

.

 

 

 

 

 

 

 

 

A veces me tropiezo sin querer

con el que fui y apenas me saluda.

(José Antonio Moreno Jurado)

¿Soy yo o soy el mendigo que rondaba mi jardín?

(J.R.J.)

Con la barba afligida, sin afeitar y feo.

(Miguel Florián)

Lo más profundo que de ti conoces: la piel.

(Juan Cobos Wilkins)

A la larga la máscara se convierte en rostro.

(Yourcenar)

 

 

 

 

 

 

[After Shave]

 

Lo has leído en autores más sabios y respetables:

el aire de extrañeza de quien se mira al espejo

y no se reconoce, como dudando si es él

quien tose, quien asoma tras las ojeras. La idea

no está mal. Sin embargo, tú cultivas sin escrúpulos

la impostura que alguna vez ‑Manolito y el lobo‑

será más cierta, y haces del espejo un camerino.

Negándote, te afirmas: no se visten los actores,

se disfrazan. Quien no te conoce piensa: «de otro»,

y no: no hay más papel que al que das vida, el que detrás

del vaho te devuelve y te sostiene la mirada.

Celebras los chalecos y el sombrero y el bastón

que presumido eliges antes de que todo sea

verdad, verdad el lobo.

 

 [Segundo Autorretrato]

 

Afeitado. Duchadito.

Con el pelo y las uñas

impecables, a prueba

de fotógrafos.

 

El traje, ni más ni menos

que la etiqueta exige.

 

Saber llegar.

Que los tuyos te reciban

como suyo.

No pudo César

morir de otra forma.

 

[De la sinceridad de la infancia retratada según se entra en la Poesía]

 

Se nace o se pace, pero a casi

todos da tiempo a manipular el

borrador y a falsear las pruebas

del alma, sus recuerdos. Son cromos

de un álbum de otra vida, no nuestra

vida, y son también una coartada.

Hagan juego o poesía, los dados

‑manda el crupier‑ van a su imán, van a

su ayer y a los ayeres supedi‑

tados a condición de la bío-

grafía que, como un crimen, preme-

dito. Podéis dudar del que fui,

no del que soy: maté a los testigos,

borré las huellas, me di a la fuga.

 

[Cóbreces]

 

Entre maderas carcomidas en el Arca

de Noé de la memoria, buscan

los chiquillos capas, peluquines,

guardainfantes que dan risa

al aderezo fúnebre de los sombreros

de copa, al máuser de los cien años.

Con ciego presentimiento tú esconde

esa página encuadernada en polvo y

disimula: suena la música y es carnaval.

 

[Santas Patronas]

 

¿Había o no que pedir fiado?

Ser de otro mundo. Sin ir más lejos,

de un norte muy verde y de muy noble

familia (y decirlo con la ese

castellana). Hablarle por encima

a la gente del barrio, total:

ya veis, vamos, bueno, a saber qué

sabrán. Menos mal que éramos muchos

y en casa nos hacíamos compa-

ñía. Hasta las colas para el cuarto

de baño tenían su aliciente

con paciencia: hacerte el loco, echar el

pestillo, calibrarte el bigote en

el espejo o viajar por la vía

láctea entre las piernas. Pero sobre

todo, los sábados por la tarde,

aquel baño semanal de multi-

tudes contra el piojo. Primitas

y hermanas mías: adivinar

las ingles bajo las batas húmedas

y hurtaros al reojillo el orgullo

de los pezones, hicieron fácil

lo peor: el agua y el jabón,

la misa del domingo, decir-

le los pecados al confesor

y cumplir la penitencia el lunes

con el babi marrón de becario.

 

[Visitación]

 

Oh jugar al escondite al juego

del coger de las prendas a oscuras

y en celada quién la queda entrar en

un armario a oscuras o debajo

de la cama y tropezar tocarse a-

sí como quien no quiere la cosa

rodillas sudor nuca y clavículas

su blusa de colegio botones

y las tetas botones no vale

una y dos tan prietas responder

uno con esa dureza extraña

en el calzón tan estrecho y luego

tres por mí con manos torpes ave-

riguar el sexo de las muñecas

el mareíllo de los elásticos

de las bragas caliente caliente

y un olor un olor ya sorpresa

sí vale la maraña del vello en-

sortijado resbala rajita

le daban mil nombres los mayores

curioso y era un animalito

rico una plastilina caliente y

pringosa un flan rico de caricias

y de olores como estar borracho

¿no? levantar su falda escocesa

un muslo lo que sea de usted

vaya que venga la luz y dos y

tres y respirar más fuerte más

fuerte no saber ni quién la queda

qué es esta humedad la luz ni por

dios lo sepa nunca su marido.

 

[Mademoiselle Chantal]

Blas de Otero

El año de los plumieres amarillos

Mademoiselle, con tal de ver

el triángulo de tus ver

mudas de nailon, daba igual no haber

hecho los deberes y el asseyez

vous, Lebrato, y el cero y la pizarra.

 

[Patio de los Naranjos]

 

Novillos de los chiquillos

Los libros de portería y

De pelota (ya no bota

Mi papá no) las narán

Jas amargas amargadas

De patadas de gorilas

Colegiales. De mayores

Querrán meterle otro gol

Sus delitos al olvido

-Las manos en los bolsillos-

A la puerta del Perdón.

 

[Carolina de Mónaco]

 

Sólo por ti, volvería gustoso dos

o tres veces por semana a revisar mis

empastes, sacarme muelas que apenas

tengo picadas, quitarme el sarro,

todo, con tal de verte en la sala

de espera del dentista. Y si estás

tan ocupada, la próxima consulta

haz que salga algo (tendrás por ahí)

de tu hermana pequeña, Estefanía.

 

[Instituto Murillo. Femenino]

 

Rechaza imitaciones,

que es calidad, chiquilla.

Bajo mi gabardina,

el auténtico, el único

muelle de las delicias.

 

[Giralda.34]

 

...y 34. Si has llegado hasta aquí, no te estorbe un turista más o menos japonés con polaroid. Tú haz la fórmula de los móviles y, siendo constantes peso y altura, despeja equis: cuánto tarda en estrellarse contra el sue­lo un cuerpo (el tuyo) progresivamente acelerado para dar con la micra de segundo que pasará y pisará esa losa de mármol (no otra) la traidora.

 

[Real Maestranza]

 

Ciega el sol del dieciocho y confunde la cuerda que sobre un vano y presumido centro tensa el ayudante aprendiz de agrimensor. Nos imaginamos al muchacho indulgente con el error del arbitrista, tan lejos en el otro cabo que según sus cálculos (si por mi vera pasas, como él aclaro mis lentes y te miro) hoy serían burladeros las columnas de la catedral y tan larga por abril la embestida de los toros como privilegiada gloria la de los santos en primera de barrera de puerta San Miguel.

 

[Gradas. Catedral]

 

Tendido de sombra donde el cochero

nos figura, míster, subidos en el dólar;

y el míster, con el hambre del Guzmán,

la montería del Buscón o las tijeras

de Cortadillo. Menudo

sitio es éste para quedar citados.

 

 

 

 

 

[Puerta de la Carne]

 

De las cisorias artes medievales

de don Enrique de Villena, hasta

las mañas del jifero de Sevilla,

Berganza, lo que va.

 

[Columnas de Hércules]

 

Su sombra ‑como la del ciprés- es

alargada (Carlos Primero y su hijo

el Rey Prudente sirvieron de modelos

anacrónicos). Te tientan las fáciles

ironías con los padres de la patria

que vieron aquí el heráldico emblema

de un futuro más glorioso. Nunca

el pórtico corintio de un barrio

de putas ni el quicio donde -por sí

o por la Humanidad- se apollan

los césares de tanta mancebía.

 

[Plaza de Armas]

 

Trenes de alta velocidad

sin ventanillas abatibles

donde fumar está prohibido.

Pequeño amor de los andenes.

Tus labios de vodka, tu patria

soviética que ya no existe.

Mi billete en una estación

‑consuélate- que tampoco

es.

 

[Casa Bigote.1]

 

No me basta la rosa que en la lengua

deslío, ni la sal que por el cuello

sanjuanizado sorbo con lujuria

de otro mar de Sanlúcar, de otra cita en

Bajo de Guía. Ni me basta el morbo

mientras desnudo la camisa a rayas

del bello desconocido. (¡Oh el tigre

sanguíneo, oh el caníbal oceánico

que, rendido, la pudorosa pulpa

escotadísima en nácar me ofrece,

oh el negro entre los lomos, oh dureza

crocante cielo arriba de mi boca.)

Para olvidarte, otra botella: me mo-

riría si te tengo que matar.

 

[Casa Bigote.2]

 

No me consuela, no, me desafía a

venir de extranjis a este restaurante

ver con mis propios ojos (estos que han te-

nido de ti memoria y geografía)

si es verdad lo que dicen. Todavía

coquinas, rodaballo y bogavante

te hacen conmigo y no con el pedante

con que te han visto por Bajo de Guía.

         Ni me consuela el langostino tigre en

cueros (nada especial al desnudar-

te tú). Más manzanilla. Así peligren

         mi pulso y más de uno. Más. Mas temo

por mi vida. Pido la cuenta: me mo-

riría si te tengo que matar.

 

[Balneario de La Toja]

 

Si hoy día nueva rosa se bastare

a negar las metáforas de un mundo

mortal, yo cantaría el triunfo pundo-

noroso carpe contra fugit, pare-

         cido a un Horacio, que os libre y ampare.

Pero, aunque enamorado y al común do-

lor sensible, frívolo ni profundo

podría en la metáfora durar. He

me aquí, me queda el beatus ille: tengo

libros, habanos, música, solarium,

masajista, marisquería, bar y un

         plan. Como esta tercera edad hace engo-

rdar, de noche conviene alguna cosa

ligerita, poquito a poco, Rosa.

 

Pedro Salinas: «Distánciamela, espejo.»

 

A veces necesito

que te alejes de mí

(el tabaco, la prensa

pueden ser la coartada),

y escribirte o pensarte

a distancia, y entonces

contemplarte en tus cosas

como un signo perfecto.

Conocer cómo actúa

en mis brazos tu ausencia,

precisar tu lugar

en el centro del mundo y

si sigues siendo el rastro

que a ciegas buscaría.

 

«Conocerse es el relámpago.»

Te necesito a veces

con una urgencia impropia

de mi edad. Un olvido,

un recado cualquiera

         me sirven para ir

a la busca y captura

del milagro de un rato.

Renovarme en la idea

         que sin ti es imposible

y en los nombres y cosas

que descuido por verte,

         y saber qué me falta

cada vez que te alejas

o me dices no quiero.

 

[Guía Campsa]

 

I.

El viaje se abre siempre por tu boca,

donde el rojo introduce al caminante

en el misterio del camino y donde

oficiante la lengua el viaje sigue

un rastro de aventura que sólo

en el recóndito y más dulce templo

desaparece.

 

 

 

 

 

II.

Un lugar en el mundo. Leo

Alegranza, Graciosa, Lanzarote,

otra vez Coimbra, Oporto.

Confundidor de los mapas,

nostalgia que tú me dieras.

 

Por entonces no hablábamos

de Alejandría ni de Estambul.

No dábamos por conocidos

los alminares de Santa Sofía

ni discutíamos que si Bizancio,

que si Constantinopla.

No sabíamos cómo se besa

la gente junto al Nilo ni cabal-

mente entendido que una ciudad

es un mundo cuando amamos

a uno de sus habitantes.

Era imposible adivinar el daño

que acabaríamos haciéndonos

y Kavafis y Durrell nos cautivaban.

 

[Calle Feria]

 

Donde todo es segunda mano y carne

de regateo fácil, quién fija

el precio que tú ‑no loza

de la Cartuja ni máquina

Singer- conmigo del brazo callas.

 

 

 

 

 

 

 

 

[Plaza de los Carros]

 

Ese gusto tuyo por lo mismo

una edición príncipe que dos

pares de calcetines, un número

del Capitán Trueno o clavelitos:

no te creas que ya no te quiero.

 

[Giraldas]

 

I.

El árabe no pudo

equivocarse tanto.

No haber previsto su derrota.

 

 

 

 

II.

Capricho de piloto y

cum laude de suicidas.

Pipa del opio

que una ciudad o casi

aspira, aspira.

 

 

 

 

III.

Oscura y servicial, esclava

del viento que la lleva.

No la mires.

 

 

 

 

IV.

Otro cuerpo busca,

de campanas,

quien se atrevió a mirar

y a ser mirado.

 

[Giralda]

 

Pocas veces después has vuelto a subir

por la gracia espiral de su lección

de geografía: tirado está

saberse más espadañas que el otro,

más horizontes que ninguno; te quise

no sé dónde.

 

[Guadalquivir]

 

Abdica la ciudad de su condición

celeste. Confunde como jardín

romántico la herrumbre de las grúas,

el óxido de los plátanos y el tábano

de algún coche de punto: acuarela

que al margen de las estaciones

parece siempre amarilla amarilla.

Sé que este río, no aquí,

más lejos desemboca,

pero si te das prisa das con mi grupo

sanguíneo nada más tocarme.

 

[Puente del Centenario]

   Mateo,4,9

El virtuosismo de la araña que concibe

ingeniería como ésta no aventaja

la labor de uno cualquiera de tus peines

de carey, ni su paciencia la mía

por darte la gloria y el imperio

sobre estos reinos si postrándote,

es un decir, me adoras.

 

[Itálica.1]

 

Quién dirá que tus hombros.

Quién dirá tus columnas,

difusas como un enigma,

fatales como un desastre.

Las armas, diez cuchillos,

los arcos de triunfo,

las cuádrigas del pecho

son viaje y no son nube

ni piedra ni morada.


[Itálica.2]

 

Contra el ciprés que afila su perfil

de sombra sobre los ocres aún tibios

de Santiponce, ¿de qué valió bajar

a la llanura inmunda de Hispalis

la infelice y preguntar por ti

en la confusa jerga de mujeres

junto al río?

No te conocen los navegantes

que con la tarde y la marea

vienen de Sanlúcar ‑canta la gente-

rompiendo el agua,

ni en las tabernas acepta nadie

las monedas con que puedo

pagarte yo, el anticuario.

 

[Tajo de Ronda]

                   Cernuda

Aprendo del Guadalevín, que en la

constancia se hace mayor, trïunfa.

Y aunque a tus ojos mísero, mal-

oliente souvenir de minolta y

luces nunca usadas, no te asomes

al balcón, no me mires o acaba-

ré contigo igual que las ciudades

que un río, un amor, orografía.

 

[Hotel Reina Victoria]

                   Rilke. Ronda

Fuera de la alfombra mágica

celosa del pelo de tu abrigo,

no titubeen tus pasos sobre la cera

alex, si a su delicia se deslizan

pasillo adelante. Ve

ahí la puerta y el pomo

de otra noche de Ronda. Gíralo:

te propongo no hablar del ángel del abismo

ni del raro huésped de la doscientas ocho.

 

[Alameda con paraguas]

 

Recuerda la ciudad

tocada por la gracia

del agua de septiembre.

El limo amarillento,

la burla de hojas secas

en las alcantarillas,

el desconcierto de

la gente en los portales.

Recuerda aquella urgencia

primera de ir al júbilo

de la humedad, que luego

reprimiste: ya todo

quedaba entre los dos

un poco lejos, salvo

ese olor de las calles

a plumieres, a invierno.

 

[Gran Plaza]

 

Duende o caracol, bolero de cortina

para el cartílago más tierno, soplo

Botticelli o vigilia a la manera

que más te guste: duermen

los ejércitos y las cosas

ocupan su lugar en tu ciudad jardín.
[Serie B]

 

Tuviera el alma un sindicato que en los

cambios de estación todo lo trifulca

haciendo polvo las pocas seguri-

dades que nos quedan. Motín de objetos.

Rebelión de no retornables. Puede

ser Ludwig Van o el whisky o las pelusas.

Puede ser un olor. Todo consiste,

mi amor, en que no estás. ¿Pero no estás?

 

[Muerte en Venecia]

 

Puente abajo de Rialto, el aura

del Gran Dux, el ojo de Visconti,

la hoja de acanto de algún poeta

novísimo,

la lata de Pepsi, cierto hedor,

el borderío de los gondolieri

y esa muchacha (una foto en

San Marcos con palomas)

se hunden.

 

[Mando a Distancia]

 

No contento Siva, señor de todas

las ambigüedades, con el hambre

de su pueblo, estornuda hasta seis

con cuatro en la escala de Richter

y como un niño, arrepentido, llora.

Quince mil murieron en el tele-

diario de las tres y quince mil

se ahogaron en el de las nueve y media.

Como si llaman y eres tú,

mi cadáver exquisito.

 

[Boris Karloff]

 

Me duermo. Es tarde. Igual que tú, yo

tuve una princesa, no del alto,

del altísimo Egipto. Y si no muriese

de amor por ella, te la cambiaría

por esa que tú llamas una y otra

vez: «¡Ánkesen-Ámon, Ánkesen-Ámon!»

(Así que den las cuatro y que la tuya

sea en blanco y negro y en versión

subtitulada.)

 

[Claude Rains]

 

Supón que sea a París: nunca vuela

a nuestro gusto el pájaro de acero

y pianistas negros caras de sapo

la joderán aunque nadie

se lo pida con que el tiempo pasará.

 

[Un lugar en el Mundo]

 

Sequías como diluvios, algo me dice

que acaba el Sur. Hablan hombres del tiempo

de un agujero en la capa de ozono:

imaginaria quemadura de cigarro

sobre un forro cardenal como de ópera,

más cursimente: carmesí.

Llámame.

Llámame antes que el cenicero de la Tierra

derrita los océanos

que inundarán la casa de la playa.

Llámame.

Bajo la arena, burbujean navajas y coquinas

supervivientes desde otras glaciaciones.

Y un vino blanco de aguja muy frío en la nevera.

 

[Estación Término]

Coger los largos, viejos trenes. Ese nocturno

de expresos europeos con ventanillas aba-

tibles (pericoloso sporgersi) donde uno

sale al pasillo, pide fuego, parte con alguien

un cigarro y los cuatro tópicos, que si a dónde

se va, cuál es la próxima estación (sin que tampoco

importe: los pasillos tienen algo de cine,

algo de vicio solitario). Coger los largos,

viejos trenes. Con un billete para aquel

andén en donde todavía puedo esperarte

y no estas vías muertas de estación de película.

 

F

ue idea de Pilar Villalobos el mejor título de este libro: [Hacia]. El subtítulo [teoría de la ciudad] sonará al Tratado de urbanismo del poeta Ángel González. [El viaje se abre siempre por tu boca] se anticipó en el número uno de El Sobre Hilado (1991) y [Puente del Centenario] en los cuadernos del Proyecto Juan de Mairena, Poetas en el Aula (1993), compartido con Mª del Valle Rubio. El prólogo fue antes una correspondencia con Antonio Molina Flores; a él y a Luis Fernando García Barrón les va dedicado. Complicidades involuntarias, también dedicatorias: Inmaculada Maqueda y Andrés Díaz [Real Maestranza], Carmen Lebrato y José María Delgado [Estación Término], Juan José Espinosa Vargas [Guadalquivir], José Antonio Moreno Jurado [Itálica.2], Manuel Moya y Pedro Cantero [After Shave]. Que «una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes» viene de Lawrence Durrell en su Cuarteto de Alejandría. «Y todo el Sur» de [Heliópolis] lo usó primero Juan Cobos Wilkins como cierre para poemas suyos. A Pilar debo por último las palabras de Casa Bigote que dieron lema al libro:    me moriría si te tengo que matar

 

 

 

 

 

[Heliópolis]

 

Te imaginas que un astro

te diera nombre,

moviera tu cintura

y todo el Sur

.

 

 

 

 

 

 

 

 

/ a Galera 10 /

 

 

 

 

 

 

Sevilla, 31 de Mayo de 1999

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