Daniel Lebrato
Página de Daniel Lebrato
obra publicada hasta 2007
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: Daniel Lebrato :
[Historias
para no Volver]
-Manual de escaqueadores-
*
«No hagas nada sin el médico de cabecera
ni salgas a la calle sin tu parte de baja.
Y ponte a pensar:
Hay una falta para cada justificación
y una justificación para cada falta.»
-de Mandamientos del Ausente-
anónimo, siglo xvi
*
«no me lo creo:
¡que te gusten las clases
más que el recreo...!»
-de las Sevillanas de María Luisa Cuello-
anónimo, siglo xx
Plan de Prevención de Accidentes Laborales para Profesores de Instituto
-Primera Fase: Plan de Diario-
1. Sin llegar puniblemente tarde a clase ‑eso no: que pudiera haber algún gerifalte apostado en los pasillos y pondríamos la paguita en peligro‑, hay que entrar en el aula con los alumnos ya sentados y puestos a callar por el profesor de guardia... se ganapierden siete minutos.
2. Por reorganizar la clase y sentar a los alumnos por órdenes distintos e imprevisibles: un día alfabético, otro por estaturas, otro más por comportamiento o notas de clase... se pierdeganan tres minutos, me llevo diez.
10.b. Días de práctica: diez minutos de ejercicios y otros diez de corrección cruzada: cada alumno corrige lo que ha hecho su compañero.
C Calculando un reparto equitativo entre horas teóricas y prácticas, de una semana de 18 horas lectivas me sale poco más de una hora lo que se dice impartiendo, avanzando materia. Esa materia se supone preparada siquiera por experiencia de años anteriores. Si aún así se me hace cuesta arriba y noto que me fatigo en exceso debo pasar a la Segunda Fase de la Primera Fase F
Plan de Prevención de Accidentes Laborales para Profesores de Instituto:
Segunda Fase de la Primera Fase
-Plan Semanal-
C Total de horas ganaperdidas por este procedimiento: 36 al mes, ocho a la semana. Si esta rebaja no fuera suficiente y notamos agotamiento, anemia o ansiedad podemos pasar a la Segunda Fase F
Plan de Prevención de Accidentes Laborales para Profesores de Instituto:
Segunda Fase:
-De Activo a Inactivo-
þ En esta parte se recomiendan las bajas de larga duración renovables. Contra la opinión más común, este tipo de baja crea empleo, da trabajo a sustitutos y no repercute en la preparación de los alumnos. Las mejores bajas de larga duración son las del tipo profesional.
C Si ha llegado hasta aquí y sigue dando clase,
¡feliz cumpleaños!:
ya queda menos para llegar al encuentro de la
F Tercera Fase: Ex Profesores de Instituto, donde se enseña con casos famosos
Cómo sacarle brillo a la paguita
y
Cómo las mejores clases son las pasivas
Ganaperder y pierdeganar, verbos regulares, siguen los modelos de sus conjugaciones respectivas.
«Estoy mala, / mala, mala, mala de acostarme, / no tengo el cuerpo pa ná.»
D a n i e l L e b r a t o
- ensayo sobre la vanidad -
QUE EMPIEZA EN NADA Y QUE TAMPOCO ACABA
Nueva Versión del
Refrán y cuento de La Lechera
Con motivo de unas llamadas
nunca hechas en horario conveniente
a su hijo Juan, que andaba por Ibiza pasando su verano
y trabajabando.
*
Y no me deja libre hueso alguno
(Miguel Hernández)
Que en la lección y estudio nos mejora.
(Francisco de Quevedo)
I.
Te escribo, pues, mi Juan. Querido hijo:
puedes creer que estoy dos o tres días
queriéndote llamar y no te llamo.
Un día y otro día, siempre hay alguien
o hay algo, hay algún plan, y no hay manera.
Una vez el teatro, luego vino
tu hermano de Alemania, te imaginas,
y en general la agenda, que a esa hora
social de los teléfonos se sale
de amigos y paseos y cruzcampos.
Y como nuestro hablar no es nada urgente,
que es hablar por hablar, cosas de novios,
sin prisas, un día y otro va pasando,
me dan las doce y pico y no te llamo.
II.
No llamo. Pues entonces un mensaje
al móvil. Pero empiezo, y tantas letras
son muchas para el cuerpo. Con mis dedos
torponchos y miopes, una hora
o más que tardaré tecla por tecla.
Y como somos profes, y de lengua,
los signos ortográficos fatigan
si los ponemos y, si no, es peor:
son faltas. Los mensajes, a tu edad,
son lo normal, que andáis en saldo cero,
mientras que en los mayores, que pagamos
por banco a fin de mes, ya no es lo mismo.
Mensajes, los precisos y, por último,
para mensajes largos, una carta.
III.
Carta de las que empiezan por querido
hijo, dos puntos, tal y cual y cuentan
con todos sus avíos, paso a paso,
cómo va todo, hasta la fecha y firma.
Carta de las de sobre y ve al estanco
y compra el sello. ¿Habrá cosa más rancia
que un sello? Sí: un buzón, buzón de esos
de amarillo chillón de gran bolardo,
menhir o pene que el Estado tiene
por todas partes. Necesitas uno,
y ya no ves ninguno. Así es la carta
de hace siglos con sus supersticiones:
la cruz al empezar, rezar, que llegue,
virgencita, ¿se te ha olvidado el código?
IV.
Si no se te olvidó ponerle el código
postal y no viene devuelta amable-
mente por el servicio de correos,
si no se pierde, claro, es que la carta
está ya en su destino. Alguien la coge
de su buzón, la salva como a un príncipe
del naufragio que son cartas del banco,
facturas de agua, luz o similar,
acuses sospechosos de recibo
certificado, multas, pesadillas
de hacienda o tráfico, municipales.
En medio, en fin, de la hojarasca y entre
falsas ofertas, necias propagandas,
ahí, manuscrita, está la carta humana.
V.
No merecen las cartas la escalera,
menos el ascensor, nunca un pasillo,
cuchillo carnicero ni de sierra,
¡qué horror! En todo caso, un arma blanca,
noble Opinel, navaja de Albacete,
a falta de abrecartas o estilete.
Si el sobre es de abre fácil, que lo sea
realmente, no a bocados ni a cachitos,
que luego, date cuenta, has de guardarla
del caos de tu despacho o papelera.
Si bebes, ponte un vino, tu cerveza,
café, infusión, tu whisky o tu cubata.
Si fumas, es la hora de un cigarro.
De córpore impecable, abre la carta.
VI.
La carta humana, flor de los currículos,
que, por el mismo precio, ya la escribe
uno pensando en la posteridad:
el día que una tesis utilice
de archivo o fuente tu correspondencia,
cartas que habrán perdido, por la fama
de alguna de las partes, su carácter
privado, serán públicas, notorias
piezas maestras de una vida o bío-
grafía que al final acabe en libro
de texto, premio Nóbel o museo.
Y pues hay que cuidar lo que uno escribe,
que todo es vanidad si no es herencia,
te mando este soneto o lo que sea.
VII.
Soneto o aprendiz o lo que sea,
catorce endecasílabos. No importa
si unos con otros riman por estrofas,
cuartetos y tercetos, o son blancos.
Importa mucho más que, con la métrica,
cumplamos con la ética y la estética.
De siempre nos enseñan que las cosas
consisten en un fondo y una forma,
sin que uno falte y la otra nos parezca
un puro juego sin sentido y hueco.
Que tengan alma, tengan vida y tenga-
mos algo que decir y con razones
que a ser posible y por partida triple
enseñen y diviertan y emocionen.
© Daniel Lebrato, 2005
___________________ VOCACIONES, VACACIONES
premio. Del lat. praemium. 1. m. Recompensa, galardón o remuneración
que se da por algún mérito o servicio, 2. m. Ripio o rima fácil de intención burlesca, frecuente a propósito de nombres o apellidos, v. gr., Dato, atríncamela un rato.
TESIS. VOCACIONES
Como quien ha leído a Sábato y a Hipólito González Navarro, yo tenía varios comienzos para esto. Por ejemplo: Todos saben que yo maté al Orientador. Por ejemplo, Todos saben que me llamo Ale Berlín Dato, Me escapé del zoológico de Maica Espín, He venido huyendo de Doble Erre. O impactos semejantes. Por último, mi patria ha sido siempre la literatura, y en literatura hay que empezar pegándoles fuerte, al corazón o al hígado. Efectivamente me llamo Ale Berlín Dato y se me identifica con una pequeña editorial, el Sobre Hilado, maquinista y corrector de pruebas. Como empresa, el Sobre Hilado es una ruina, aunque eso no signifique que yo haya matado a nadie. ¿O debo decir a alguien? Las negaciones en castellano son la leche.
Gracias a Dios soy funcionario. Me impone un respeto la frase gracias a Dios, y por eso no la uso nunca. Sin embargo, con el Estado hago excepción, y con el nombre que nos da a sus hijos: funcionario. Se puede dudar si Dios existe, lo que sin duda existe es el Estado (así, con mayúscula). Gracias al Estado y a unas oposiciones, algunos gozamos esa seguridad que da el sector público, sin despidos y con nómina fija, seguridad incomparable en tiempos de cierre de empresas, despidos masivos y contratos basura. Gracias al Estado nos libramos un poco del capitalismo sin entrañas (como si hubiera o hubiese algún capitalismo con entrañas), en estos tiempos, cumplidos los cuarenta y cinco, en que no sabes si marcarte un viaje apasionante a la India o abrirte en una cartilla un plan de jubilación.
Soy, lo reconozco, lo más parecido a funcionario de prisiones, profesor de instituto. Por mí, me hubiera o hubiese quedado dando clases en la facultad, pero la seguridad que yo quería no me la daba aquel departamento, feudal y restringido. Así que preparé oposiciones. Empecé en esto siendo más de literatura que de lengua. Fui luego el de lengua, más que el de literatura. Antes era de españolas y al día de hoy de castellanas. Me da igual. Me ponga como me ponga, seré siempre el de lenguaje, el Dato, o el Dato: atríncamela un rato. Y de profesor a maestro, y lo que venga. Los epítetos no me deshonran. Va por ustedes. Todavía soy capaz de entrarles en clase por derecho. De mirar de frente al chulillo de turno que me anda tocando los pupitres. Capaz de medirme con él el territorio y decirle a los ojos de qué vas, quién te crees que manda aquí, so gilipollas.
Peor es la pérdida de calidad. Al principio las enseñanzas medias eran medias tirando a altas. Ahora van tirando a bajas que te cagas, quiero decir al graduado escolar. Para estar a la altura (o a la bajura) de los tiempos, hace mucho dije adiós a mis clases preferidas, aquellos clásicos del alma, Juan Ruiz, Celestina, Garcilaso, a quien tanto debía. Por guardarles el luto a mis clásicos, hoy consiento que mis muchachos destrocen en el aula la última chorrada de literatura supuestamente juvenil. A eso se le llama dar carnaza. Antes que una lectura vulgarizada y estúpida del Romancero o del Lazarillo, que despedacen al Harry Potter o Porter de turno, que nunca sé. En clase, no es que me aburra, es que me divierten otros espectáculos: los pelos que se pintan, las miradas retadoras, las braguitas, los chándales a la moda mercadillo, los tatuajes, los pírsins y bollycaos que se clavan en el cuerpo, los michelines, las posturas, las canciones y programas, que me muero. Si por la literatura en castellano fuera o fuese, me aburriría en clase como una ostra criando nácar.
Mi instituto reside en un barrio de ropa tendida a la calle, de mujeres que absurdamente baldean y refriegan su cachito de acera como si la acera fuera o fuese suya, y de varones jugándose el tedio a la baraja o al dominó. A más de uno, como abuelete, se le ve cangureando al nieto venido, lo más probable, de penalti. A otros, más jóvenes, se les ve echando algún currito de higos a brevas, esas chapuzas que se abrevian en chapú, pura economía sumergida. Y de ahí a la cartilla del paro. Entre el prejubilado, el jubilado y el parado, el hilo es más bien sutil: depende de las rondas en el bar. Entre el parado de larga duración y el gorrilla que no sabes si te guarda el coche o si te lo va a robar, el hilo, la ronda, es que ni se ve. Así les digo a mis cursos el día (raro) que me pillan la vena tutorial: que no hay atajo sin trabajo, que se apliquen y aspiren a lo mejor, que estudien cuanto más para salir del hoyo. Y cuando algún padre madre se deja caer en plan contribuyente con las vacaciones ‘de maestro' que tenemos ‘los maestros' y lo poco que trabajamos ‘los maestros', con la misma le respondo: a sus pies de usted, señora/señor: mis buenos estudios me ha costado. Que su Yónatan Jesús espabile y haga como yo, la carrera.
En mi tiempo libre escribo, leo y publico. Los tres ocios me divierten. Por ese orden, aunque lo normal es leer. Cuando escribo, me lo paso pipa si algo merece; lo demás, papelera. Mientras estoy en mi máquina todo funciona y el mundo está bien hecho. Estas vacaciones quiero quitarme de encima las dos labores en prosa que me pisan los talones. Una es acabar las entregas de Vidas Fastidiadas que tengo comprometidas para Así es la vida, ese grandísimo fresco del siglo veinte que dirige mi amigo Manuel Díaz Trillo, quien no para, con razón, de darme la coña. Otra es la novela contundente y comercial que, debidamente presentada al Planeta, dé a mi vida esos cien kilos que necesita, y me permitan mandar las vidas fastidiadas y a mi amigo Manuel a hacer puñetas. No me busquen en círculos de escritores. Si no les importa, mejor quedamos en el bar.
Y he llevado palante ese trabajillo editorial que hasta ayer mismo me ha gustado y que es otra cara de la creación: la letra impresa, el tacto del papel, el libro cosa. Y la corrección de textos. Fijar palabras, defender, sin ir más lejos, la palabra ‘palante' que acabo de usar. La editorial siempre fue modesta pero su misma modestia y las tiradas minoritarias le dan a sus libros ese punto bibliófilo de coleccionista que es al fin caché. De hecho, todo el mundo quiere publicar en el Sobre Hilado. Antes, los autores con sus poemas y sus prosas venían al instituto. Hacíamos con ellos eso que se llama literatura en el aula. El poeta en vivo y en directo, el narrador y sus personajes, ya saben.
Cuento esto como ejemplo de vocaciones ni cumplidas ni frustradas sino todo lo contrario. Cuando una alumna o alumno me pregunta por salida o salido profesional, les digo que muevan su imaginación. ¿Qué queréis ser? ¿Quien limpia el despacho o la despacha o quien calienta la cula o el culo en el peazo sillón del despacho o despacha? Y les propongo o proponga un anticipo o anticipa: que se imaginen no estudiantes sino trabajando o trabajanda. Y, más todavía o todavío: jubilados o jubiladas. Si vas a jubilarte con el síndrome del trabajo o la trabaja, qué vas a echar de menos o menas, quilla o quillo. ¿La mecha o el mecho que ponías en la pelu, la basura o el basuro que recogías en los contenedores, las celulosas o celulosos del hospital? Preferible, les digo, no echar en falta nada y que viva y que viva todo lo que os guste. Ningún cartero, salvo el de Neruda, echará en falta las cartas que repartía, ni los repartidores de telepiza las pizas que se comían los demás. Trabajo, el que os dé de comer y os deje cuanto más libres. Como ejemplo me pongo: mis lecturas, mi musiquita, mis libros, mi buena vida extraescolar: cervezas, novia y amigos cuando pierdo de vista vuestras jodidas caritas adolescentes, les digo en lenguaje Tarantino. Sacadle brillo al sueldo y a la vida. Que yo no os vea apalancados de taberna, pendientes del seis doble o esclavos del rey de bastos. Que le vayan dando al carrito del nieto, agoagó sus babas con las vuestras. Que se jodan los cursos de macramé en el hogar del pensionista o pensionisto.
De todas las memeces del actual sistema educativo, lo más pintoresco es el llamado consejo orientador. El consejo orientador no es nuevo, es que se ha santificado y puesto a su servicio un departamento específico: el departamento de orientación. Frente a expedientes académicos con perfil y posibilidades, no hay problema, el consejo dictamina el itinerario más creíble a cada alumno: usted va para letras, para ciencias; o le afinamos hasta las ramas o áreas: sanitarias, jurídicas, artísticas, lo que usted quiera. Al hijo del banquero Botín el consejo de orientación lo vio venir a la primera: este niño vale para las finanzas (desde el apellido). Y con su alteza real la Infanta ya es que lo bordaron: esta niña va para reina (de España). Pero cuando el consejo orientador tiene todo el arte de este mundo es frente a los expedientes fronterizos, alumnos venidos de la rumbita y el pincho, carne picada para el tutelar de menores que podrían hacerle una cicatriz al volkswagen que el profesor va estrenando, a plazos. Atentos, entonces, al consejo. A usted, Peláez, le vemos de reciclador de medio ambiente (antes basurero) o técnico recogedor de chapapote. A usted, Vanessa del Rocío, la vemos como técnica de limpieza (vulgo fregona) o estetisién (lava cabezas y pone rulos). A Jonathan Macael le cuadra el suministro de energía (repartidor de bombonas). Albañiles de cementerio, putas de carretera, vengan, vengan. Alguien tiene que hacer esos trabajos, ja, el dinero no da la felicidad, ja, ja, y al final lo que importa es la persona, ja, ja, ja.
Mis personas, alumnos a los que quiero, y por eso me río con ellos y de ellos, mis alumnos, digo, me siguen y hasta creo que me entienden, aunque no falle una testiga (de Jehová y de mis cabreos) que me corrija siempre y que por qué no habla usted bien y nos da ejemplo, que a fin de cuentas es usted de lengua, sin ostias ni ostia puta, que estáis tontos, ni me cago en la puta que me parió. Pero la mayoría, aunque me entienda, no atiende a razones, no hace nada. El barrio corona a sus habitantes con un orgullo de acera y bloque que a mí, que no soy del barrio y sí soy del barrio, me desespera. Y esa desesperación es de raíz política. La Educación, el Sistema Educativo como una esquina de un más grande edificio. Me desespero y espero que ganen los míos. Si ganaran los míos, casi nada. Yo, que voto sentimental y que dejé a los míos en la cuneta del voto útil, de frases repipiolas que acaban todas ‘en democracia'. Los míos. Y eso que se supone que, porque hay barrios como el mío, hay también las ideas y las personas que son los míos.
Y en todo esto, la editorial, el Sobre Hilado. Desde joven tengo amigos que escriben. ¿Por qué no invitar a mis amigos escritores y traerlos a mi barrio y hacer con ellos literatura en el aula? ¿Y por qué no, para mayor eficacia y hermosura, una publicación con las cosas que ellos les vayan a leer a mis alumnos, servir a mis amigos en letra impresa, hacerlos libro de texto en condiciones? A los autores, esa publicación les serviría desde recuerdo hasta currículo. Eran tiempos pioneros de la Reforma. Tanto iluso para tantas ilusiones, o al revés. Con qué salero, le pusieron Reforma, como a Lutero. Cualquier proyecto entraba con sello de innovador o novador. Los centros de profesores, encantados. Los delegados provinciales, encantados. Venían a los actos, multiplicaban tus sexenios, te ponían de ejemplo, te daban cancha en la prensa. Pero, amigo, si querías hacer libros en condiciones, ni Reforma ni ostias en vinagre. Estabas metiéndote en un gremio que no entendía de películas. O tienes el ISBN o no vales un duro, chaval.
Verán. Cualquiera puede publicar un libro. Con hacer un depósito, el depósito legal, es suficiente. Otra cosa es la imprenta que lo edite y la salida que usted le dé a su libro: si lo distribuye a mano o a máquina, o sea pasándoselo a sus parientes, conocidos y compromisos, o entrando de lleno en el sistema de librerías y distribuidoras: cláusulas, porcientos, ivas legales y comerciales. En este caso, el precio engorda. Por regla general, lo que en imprenta vale diez, en la tienda valdrá cien. Y a la inversa. Del libro que usted compra por mil, el autor se lleva cien como mucho. Vil metal le llaman, manos limpias. Pero a efectos curriculares, de méritos (ascensos, concursos y traslados), no valen las publicaciones con sólo el depósito legal. Y hasta cierto punto es lógico. Porque usted, pillín, para inflarse su currículo y a nosotros las pelotas lleva años auto editándose y así cualquiera tiene bibliografía como churros. Para evitar en parte las ediciones de autor, se pide un código oficial, un ISBN, siglas correspondientes al International Standard Book Number. International Standard Serial Number, ISSN, si se trata de una revista. No se asuste: tampoco hace falta ir a Nueva York. En España hay Oficina del ISBN dependiente del Ministerio de Cultura. Y empresas y empresarios autónomos autorizados. Como hay Dios. Como hay electricistas y fontaneros autorizados.
Si digo que el ISBN impide ‘en parte' las ediciones de autor, es porque en estos tiempos infames ni por ésas se evita el mercado negro, el tráfico de ediciones encubiertas. Ahí están las editoriales que se trabajan a fondo el mercado de inéditos y óperas primas. Como empresas de noveles y feria de vanidades, nadie da un euro por esas editoriales, que al final están peor vistas que las ediciones de autor. Pero, tranquilos, la chistera editorial todavía guarda una sorpresa, a mitad de camino entre la auto edición descarada y el contrato en condiciones: usted nos paga bajo cuerda y sin que nadie se entere nosotros procuramos publicar lo suyo en una editorial hecha y derecha. Usted salva su vanidad y nosotros ganamos una pasta gansa. Presentamos la auto edición encubierta, cuya receta facilito, por si hiciera o hiciese el avío.
Auto edición encubierta en salsa de agencia editorial. Ingredientes para una persona. Un autor con ganillas, una obra en verso o en prosa con tal de que sea inédita (y original, jefe), algunos ahorros, una docena de premios literarios en las modalidades de poesía, relato o novela (más raramente, de teatro), un agente literario, alguna editorial de las de mediano alcance, una copistería, una oficina de correos y un amigo adulador (según mercado). Receta. Se coge al autor y, en habitación aparte, se le quitan su mujer y sus niños. Se le pone a escribir hasta sacarle por impresora de 150 a 200 folios mecanografiados a doble espacio (si son de prosa) o por arriba de 500 versos (si son poemas). El tema normalmente será libre o sujeto a lo que manden las bases. Previamente tendremos dispuesto un amigote fresco (de los de cuatro o cinco rondas de cerveza sin pagar ninguna) que lea en primicia el original y le haga los honores de muy original, macho, y de grandísimo mérito. A falta de amigote fresco, vale también pareja o consorte, evitándose en lo posible la especie llamada parienta, tenida por vulgar en estos ambientes. En sedes repartidas por la geografía del castellano, se convocan casi mil premios literarios a lo largo del año. De todos, elegimos diez o doce, los que parezcan más prestigiosos y mejor pagados. Firmen la convocatoria diputaciones, ayuntamientos, cajas de ahorro o instituciones las que sean, la dotación de los premios no bajará nunca del millón de las antiguas pesetas (vulgo kilo) libres de cargas y descuentos. Las bases de la convocatoria se anuncian en prensa y han de incluir la publicación de la obra, de tal manera que el autor se imagine encuadernado en pasta de Visor, Hiperión, Pretextos o Renacimiento para poesía; Planeta, Alfaguara, Plaza & Janés o Seix Barral para novela o relatos. Por decir algunas. Pero volvamos al autor. En una copistería, se van pasando sus folios manuscritos de uno en uno hasta conseguir del orden de las cinco o seis copias requeridas. Se grapan o encuadernan al gusto. En hoja y sobre aparte, se prepara una plica, ese sobre que no debe abrirse hasta después del fallo del jurado y que consta por fuera de lema y título (falso, si se quiere) y por dentro de toda la verdad: dirección, teléfono de contacto, breve currículo y opcionalmente fotocopia del DNI del concursante. Se cierra la plica. Si el sobre no es de auto cierre y es de los que dejan gomina en los labios, la pegajosidad se mata con su chupito de orujo o de aguardiente. A continuación se añade la plica a las copias grandes hasta formar su buen paquete postal. Este paquete debe pesar del orden de unos diez euros en sellos de correos e ir debidamente envuelto en papel de embalar de estos que ahora se llevan, de pelotillas mayormente, con la dirección convocante bien puesta y sin olvidar en letra clara para el premio tal y cual. Todo sin remite ni firma. Se vuelve a la calle y se guarda una cola espesa en la oficina de correos. Se manda el paquete certificado. Si no lo certifica, la verdad es que da igual. Francamente: si es paquete ganador, quién va a pedirle nada, y si es paquete perdedor, no nos engañemos: el resguardo se lo puede usted meter en el culo. Hasta hace poco, podía servirle para recuperar sus copias de entre el purgatorio de las no premiadas, y consolarse con ese ahorro para la próxima, que su buen dinero cuestan. Pero últimamente, por la cara van y queman o destruyen los ejemplares. Léase usted las bases. Reciclar, le dicen.
Para espesar la ansiedad mientras se falla el fallo, fallido fallo que no falla, ocúpese de otros menesteres de la vida. Fijo que a su mujer no le han de faltar ideas: niños al dentista, compras, lavadoras; tanto tiempo, majo, que has estado ahí en tu cuarto encerrado. Y a esperar entre quimeras y cuentos de lechera un telegrama que no ha de llegar. La espera se hace frustración y esa frustración hay que ponerla a enfriar hasta que cuaje. Durante semanas, meses sucesivos, se repite el procedimiento empezando desde la copistería hasta completar de diez a doce frustraciones según el ánimo, teniendo buen cuidado de que la obra no resulte en ningún caso ni finalista. Para un fracaso más gelatinoso, es aconsejable que alguno de los premios se lo lleve fulanito de tal, con quien el autor mantiene una rivalidad secreta, y que el amigote fresco y gorrón, a cada fallo y golpe de cerveza, comente macho, los premios es que ya se sabe que están todos dados de antemano. Entonces se coge una editorial de las que habíamos dejado entre ni fu ni fa. Le añadimos un agente espabilado con un listín de autores potenciales. Se mezcla el agente con nuestro autor y de un maletín de ejecutivo le hacemos sacar un pliego de condiciones con su comité lector, su asesoramiento editorial y su lindo futuro prometedor lleno de escaparates, de librerías y de autores firmando ejemplares en el Corte Inglés hasta agotar la tirada. Este lindo futuro habrá de irse dosificando hasta que al autor se le pongan los ojos a cuadritos. En ese punto, se saca del maletín del agente un segundo y definitivo pliego de condiciones que aseguren que el autor está dispuesto a pagar de su bolsillo todos los gastos de edición, incluyendo sueldo y comisiones de el del maletín, cuentas del bar y futuros actos de promoción. El pago se hará en metálico adelantado o en especie de esta manera: el autor pacta la compra de toda o casi toda la tirada. Preferible que el autor se guste a sí mismo y que la obra como narciso le enamore de veras. De todas formas, la editorial no arriesga nada y el autor, granujilla, le dará las vueltas a la decencia y al currículo y conseguirá incrustar su nombre en la solapa del prestigio de los últimos títulos publicados. El libro por fin se sirve con guarnición de Vargas Llosa, García Márquez o José Hierro.
Nunca con semejantes mimbres el Sobre Hilado. El Sobre Hilado era una prestigiosa experiencia marginal y guerrillera. Marginal porque dedicándose sobre todo a la poesía, ya me dirán: nadie compra libros de poesía. Y guerrillera porque había dado a conocer a más de un poeta, hoy consagrado. El Sobre Hilado era en realidad Tamara Troncoso, mujer empresa y gran olfato lector. Un local cutrecillo en pleno centro, una máquina de coser Sínger que me llamó la atención, dos impresoras, un ordenador. Ella se llamaba Tamara aunque con la misma podía haberse llamado Jarcha, Jaima, Asarti o Tamaréi. Me explico. Su padre, virtuoso autodidacta, vivió toda su vida prendado de una copla mozárabe que decía: Non t´amaréi il la con asarti an jaima ma curti, traducida por don Emilio García Gómez: No te amaré si no juntas mi ajorca del tobillo con mis pendientes. El señor Troncoso dejaba a su hija una gracia de por vida: busca a un hombre que te tenga el santo día con los tacones en el techo, imagen que no es mía pero es tan gráfica que por eso la pongo.
Quedamos una tarde. Tamara tenía un cuerpo de los que crean afición. Si te dicen en clase de dibujo dibuja a una tía buena, la pintas a ella. Llevaba una ajorca de lápiz y plata fina en su tobillo izquierdo. Y un cansancio infinito en el resto del cuerpo. Jartita de editar y corregir, hasta el moño de aguantar a unos y a otros: que si no es leve, que es aleve; este hemistiquio por aquí, esta sangría por allá; que si este doble espacio, esta cursiva; anda y que les vayan dando; nadie sabe lo que es editar a estos poetas, y lo peor: la mitad maricones. Yo entré a matar. Cásate conmigo y ya verás cómo tenemos muchos libritos. Tamara me pasaría su sello editorial, su diseño, su red de distribución, su agenda y sus contactos. Y, por supuesto, el ISBN. A cambio y con título de corrector de pruebas, sin paga ni seguridad social, que para eso cobro del Estado, yo me haría cargo de todo lo demás: recibir y darle coba a los autores, seleccionar los originales, picar a máquina, corregir los textos, manejar yo mismo el ordenador y las impresoras. Ahí te dejo las llaves, querido. Y se fue a las rebajas a comprarse media docena de ajorcas.
Golosos de la nueva era editorial y como abejas a la miel, mis amigos escritores acudieron con sus flores a María. Si alguien nos descalificaba como un club de amiguetes, amiguetes fueron Lorca y Alberti y amiguetes el círculo de Carlos Barral. Como replicaba uno de los nuestros: no es delito, sino fortuna y privilegio, que los amigos seamos además de amigos buenos escritores. Y a diferencia de otras colecciones, el SH no entró nunca en banderías ni supuestas escuelas, tan frecuentes entre gente del gremio. A nosotros nos daba igual con tal de que cada uno hiciera o hiciese su trabajo: escribir y escribir bien. Dábamos calidad en dos frentes: calidad en mi instituto, que se llenó de autores en el aula, y calidad en no pocos escaparates de librerías, donde los libritos nos los quitaban de las manos.
Todo incluía los animales del bestiario de Maica Espín. Por qué no salió publicado aquel zoológico en condiciones, por qué yo el Maquinista de mi General no caí en la cuenta antes del gran desastre cuando aún habría tenido arreglo, no me lo explico. No me lo explico. Por qué todavía me duele la mandíbula, como a un carajote, de aquel derechazo. Por qué sigo teniendo pesadillas. Seguro que en lo de Maica ya estaría siguiéndome los pasos ese tipo llamado Doble Erre.
ANTÍTESIS. VACACIONES
Movimiento de cucharillas, a imitación de movimiento de sables, militares golpistas, machotes ellos. Movimiento de cucharillas en todos los trabajos de la media hora del desayuno, bancos, oficinas. Movimiento de cucharillas en un instituto. Conspiración doméstica que suele coincidir con la hora del recreo y se desarrolla en cuatro fases, a saber. La primera, de cotilleo, murmuración o recogida de datos. La banda de la cucharilla habla y habla hasta fijar el tema. Se prende con una chispa: ¿os habéis enterado?, ¿sabéis la última? y se deja correr. En la segunda fase prima tomar medidas: concurso de soluciones al que optan profesores líderes, enteradillos y salvadores de la enseñanza pública. La tercera fase acaba en decisión tomada, sea norma escrita o acuerdo de obligado cumplimiento. Si la banda de la cucharilla se ve con fuerzas procuran un acuerdo de claustro o de consejo escolar. Si no les salen las cuentas (de número de votos), acuden a dirección o a jefatura de estudios y, si hay química entre los despachos, hasta la inspección. Así se llega a la cuarta fase en que alguien o álguienes se frotan las manos por haberse salido con la suya mientras que alguien lo pasa regular o directamente, tú mismo: te jodes como Herodes. Y es como en Hemingway: no preguntes por quién doblan las cucharas. Doblan por ti.
Y vaya si doblaban, viejo. Jefatura de Estudios, sensible al cuchareo, nos llamó la atención: no podía ser, esas idas y venidas de los muchachos al aula de conferencias. No podía ser, esa gente extraña por los pasillos, mis poetas, compañero, con sus calvitas, sus barbas, sus palillitos de dientes. Yo, la verdad, tampoco podía ser. Me refiero a cumplir con mis invitados y quedar bien, viniendo como venían desinteresadamente sin cobrar un euro. La mitad no sabía cómo desplazarse hasta el instituto y había que ir a recogerlos o pagarles el taxi. Había que anunciarlos en carteles, había que atenderlos, qué menos que una cervecita o un cafelito, había que tenerles su botellita de Fontbella, había que tenerles su salón de actos con su equipo y su micrófono, que los poetas leen casi todos muy bajito y cuando, por hacerse oír, tienen que levantar la voz, su lírica como que suena a épica.
Mis sobrehilantes, mujer. Un día los quise llevar al tercero de letras, y era un primero de humanidades con muy poca humanidad, dicho sea de paso. Cuando en el salón de actos se abría el turno de preguntas al autor, en vez de las habituales qué es para usted la literatura o cuándo empezó a escribir, Vanessa del Rocío y compañía preguntaban cosas como tiene usted página web, en qué tienda se ha comprado esa carpeta, qué guay, qué le parecen las letras del cuarenta principal de turno. Otro día busqué al cou y me encontré a un segundo de bachillerato, que no se interesaba por nada que no entrara en selectividad. La vez que, con esfuerzo de horas y artimañas de profesor, yo lograba colarles en el aula a algún poeta, Vanessa del Rocío y cía, que habían promocionado y con muy buenas notas, seguían con sus ojitos en blanco delante de un verso escrito y seguían con sus preguntas peregrinas. Y coronar con éxito los recitales era complicado. Ya se había impostado entre los muchachos la costumbre de silbar para aplaudir, que es como llevar luto con vestido blanco. Algún autor hubo, de los sensibles, que todo les afecta, que oyéndose silbar tuvimos que darle una tila y mil explicaciones para que no se nos muriera o muriese allí mismo. Y las dedicatorias, esa es otra. Era costumbre que, finalizada la actuación, entre silbidos y aplausos como queda dicho, la muchachada subiera o subiese a la tarima a la caza y captura de autógrafos. A la hora de rubricar sus fórmulas, mis sobrehilantes los pobres no sabían cómo acertar, si la Vanesa de turno usaba escribir su nombre con una o con dos eses; si Yésica era Jessica; si el voluntarioso Yónatan quería su gracia con Y griega o con Jota y si, como Elisabeth o Ruth, lo quería con te y hache de the end, el acabóse. Lógsicamente (con lógica Logse), mis sobrehilantes y mis alumnos y alumnas iban a acabar como en Babel: majándose a palos o a palas los unos o las unas a los otros o a las otras.
Lo cual que, el Sobre Hilado me iba interesando cada vez menos. De los tiempos heroicos, en que nos queríamos todos y éramos íntimos, camaradas, coleguitas, se pasó al escritor desconocido y a los anónimos interesados. Un graciosillo, creyendo que nos hacía un grandísimo favor, corrió por ahí la voz de que el SH era una editorial de noveles y de ediciones encubiertas. ¡Madre mía! La de viejitos que nos mandaron su poesía de pensionista. La de bedeles de la Seguridad Social con sus casos verídicos. La de sonetos y romances a la virgen de su pueblo, a su mujer y a sus niños. La de himnos parroquiales en rima consonante. Eso sí: todos decían que ellos poetas no eran ni querían ser. En algo estábamos de acuerdo. Otro amigote hubo que, enamorado de nuestras ediciones, colgó en internet una publicidad terrible. Originales nos llegaban de los quince continentes. Originales por tierra mar y aire. Originales en chino, en lituano, en mire usted. Originales por paquesprés, por correo, por correo electrónico: My name is Gregory y yo querer que Shobre Jiladoh publicarme estas poetrías. Nos salpicó también el caso Valladares. El pobre Eusebio, que andaba ya fatal, quería que yo le publicara su Antología de la Poesía Española Concordada. Se me enfadó cuando di largas a aquellas versiones demenciales: "Recuerde el alsa dorsida", "En tanto que de rota y atutena", y aquel Bécquer que preguntaba "¿Qué es poemía? Poetía eres tú". Demasiado para el cuerpo. No me vería en otra hasta los atormentados tiempos de Maica Espín y de la e-rrata.
Dicho está que Tamara Troncoso tenía en su sede una máquina de coser. Una auténtica Sínger años 50 negra y niquelada tan a punto como un coche de carreras. Recordé enseguida que los primeros sobrehilados eran de verdad un primor de sastrería. Venían cosidos con su cordoncillo marca páginas y estuchados en cartón de todos los colores que Tamara cerraba con hilos y sedas, una sorpresa costurera. Después de mi llegada a la editorial, los interesados tenían como condición, como regla de juego y de partida, darnos sus textos en disquete o mandarnos sus originales por internet. No había otra, aunque alguno no lo entendiera o entendiese, que son muy suyos y muy supersticiosos los escritores. Que si yo es que escribo a pluma, que yo a lápiz y en un cuaderno, que el otro en una Olivetti del año la pera. La pera o la pese, macho. Aquí se juega fuerte: quien no me dé su texto informatizado no sale en la foto. No sólo por el trabajo que me quitaba de encima, sino porque la errata sería responsabilidad de cada uno. Como en el ajedrez, en mecanografía: tecla tocada, tecla jugada. Bastante carga me daba formatear en tipos garamond y attic los originales. Cosa mía era compaginar y hacer encabezamientos y pies de página, el índice y las solapas, el pie de imprenta. Y el ISBN, faltaría más. Pero si el autor nos daba en disquete "a Dios gracias nadie me vencía" en lugar del romántico, llorón y previsible "a desgracias nadie me vencía", a Dios gracias se quedaba y no lo movía ni Dios.
E-rrata. Errata digital. Dícese de la errata mecano informática. Errata, un poner, que el corrector se coma literalmente la mitad de un texto sin que el corrector se dé cuenta. Errata, un poner y un suponer, que cuando el corrector se da cuenta es demasiado tarde y el libro está impreso, distribuido y en manos del colérico dueño, que es el autor, el cual, al errático modo viendo que su libro es impresentable por culpa de la errata va y le estampa su pasado y su futuro en la cara al corrector. Errata de listillo de cortar y pegar, Ctrl+C ó Ctrl+X y Ctrl+V por el método abreviado. Demasiado sencillo. Un error y mandas a don Quijote a la papelera de reciclaje, y de ahí al limbo. Un dedillo mal puesto y a tomar por culo las completas de Shakespeare. Cuando no, por quitarte un virus, te quitas tú mismo como un cabrón la tesis que tenías entre manos y a punto de terminar. Shakespeare está en la red y cuando sea, otro día, te lo bajas. Lo malo es la tesis personal e intransferible, tonto del bote. Y quien dice tesis: los animales de Maica Espín.
Maica Espín ya era autora consagrada cuando Tamara me la presentó. Al Sobre Hilado nos venía fantástico lo que Maica traía en el bolso: un precioso bestiario en prosa poética, en su disquete impecable y todo, que compensaría un poco la hegemonía del verso en la colección. Para que se hagan una idea, Maica Espín cobraba el medio millón por cada conferencia o lectura literaria que daba. Sin contar a la populista Gloria Fuertes, no había dos como ella. Que viniera o viniese gratis a nuestros libros y a mi instituto era más que un privilegio. Yo además me imaginaba que se llevaría a los muchachos de calle: era buena comunicadora, de las que manejan a la perfección el cuidado descuido, el desenfado. Quedamos de acuerdo. En cuanto pude metí el disco de Maica en mi disquetera y allí aparecieron en pantalla, a base de cinco o seis líneas cada uno, los bichitos entrañables de su infancia, ése que dicen que es el paraíso de la poesía. Desde el osito peluche de sus primeras pajitas, hasta un King Kong de ensueño. No se cortaba un pelo la joía. Yo les di a todos la garamond doce y en un periquete (de perico, ¿lo han pillado?) tuve el libro preparado, listo, ya. ¿Qué pasó después? No me pregunten. Yo sé lo que ustedes, que los ciento y pico de animales se habían quedado en la mitad en el mismo acto de presentación, flases de fotógrafos por medio. Lo que salió en portadas: que Maica Espín al micro se calaba las gafas y empezaba a ojear y a hojear en busca de algunos bichos. Que primero pálida, después amarilla y roja y por último morada, como en un cómic, vino hacia mí y ¡plas! me rompió el bolso en la cara. Que se cogió del brazo de su novio y se fue echando pestes del sitio: aficionado de mierda, la oyeron decir. Yo no sabía dónde meterme. Mi gente me consolaba: Alexito, hijo, eso le pasa al más pintado. Al más pintado, me cago en lá. En cuanto pude y con más calma hice todas las comprobaciones y efectivamente: lo editado llegaba hasta la ele de libélulas y faltaba todo lo demás. Papagayos, periquitos, mariquitas, santateresas, zorros plateados allá que andarán perdidos o navegando en la banda ancha de los justos. Si le di a Supr[imir], ni siquiera eso. Para darme un premio. Maica Espín salió del paso. Otra editorial le publicó lo suyo y se cubrió de gloria. Yo todavía tuve que aguantar bromas pesadas, llamadas anónimas, mensajes y cartas. ¿Es verdad que te han hecho director del zoológico nacional? ¿Te interesa un tanga de domador? Y desde entonces me visita la pesadilla.
La pesadilla. Los animales vuelven. No sé si vieron Jumanji la típica película del típico baboso Robin Williams. Yo tuve que verla después de guardar la típica cola y de comprar las típicas palomitas del típico maíz en el típico multicines como el típico padre típicamente separado que no sabe dónde meterse al típico niño la típica tarde de la típica lluvia del típico domingo que típicamente te toca dos típicas veces al mes mientras la típica madre separada se daba el típico lote con el típico novio gastándose la típica paga que el típico juez hace que les pasemos los típicos padres típicamente gilipollas típicamente separados como yo. Pero esa es otra pesadilla (típica). A la que iba, la de Jumanji, la de los animales en casa.
En mi sueño estoy en mi ordenador manejando el teclado tan tranquilo. Bueno, tan tranquilo no, aporreando a las teclas como culpables. A mi derecha encima de la mesa se aprecian el manual de Díaz Plaja, Fernando, Cómo escribir y publicar, y el confuso ¿Por dónde empezar?, de Roland Barthes. Al fondo aunque bien visible hay una ensalada de folletos de estos de premios literarios. A mi izquierda y vueltas del revés se ven o deberían ver dos fotos, cada una en su marco de plata. En una se retrata un grupo de familia y en otra, a un guaperas con aires de Paul Newman: Manuel Díaz Trillo, el director impaciente de Así es la vida, cuya mirada me hacía sentir culpable. Los otros, los de la otra foto, son mi mujer y mis niños, con las buenas notas que me han sacado y ni los he llevado al hipercor ni al parque acuático. Algo me dice: qué horror, debo despertarme, éste es el no va plus de las pesadillas. Sin embargo, el regidor de los malos sueños me dice que espere, que aún queda más. Y me hace un zoom como quien hace una gracia. En detalle se nota que lo que estoy escribiendo será, cuando lo acabe, para Manolito Paul Newman. Voy por el capítulo La ecografía de Maripuri y parece que estoy apalancado en un problema narratológico. Esto era que Maripuri se acercaba a mí tan contenta seguida de una ristra de chiquillos de poca edad, un perro y un frasquito de predíctor. En lenguaje de pesadilla: a que me viene otra vez preñada... ¡pues me viene! El instinto me dijo: despierta, tío, última parada. Pero el regidor de los malos sueños respondió: sigue dormido, que hay más. Vuelta a primer plano sobre el teclado. A mí se me ve tan infeliz. Tanto que le doy a F1 pidiendo Ayuda. Busco en ‘mari' otras maris y aparece en pantalla Mariconchi, que no está preñada y lava muy bien las camisas. Ésta es la mía, pues. Primero hago un bloque con mi Maripuri, los niños, el perro y el predíctor. Cierro los ojos y tecleo la tecla Supr. El cabrón del ordenador, como queriendo poner las cosas fáciles, todavía va y pregunta: ¿Confirma que desea enviar ‘Mi familia' a la papelera de reciclaje? Cierro los ojos de nuevo y le doy a Intro, a Aceptar. Mi mujer y mis niños desaparecen. El iconillo ayudante de güindous me hace una reverencia que nadie le ha pedido. Será mamón. Como que se burla porque Maripuri se ha ido sin dejarme planchadas las camisas, sin la compra y sin la cena hecha, o porque los niños se han olvidado los yogures caducados en la nevera. Ganas terribles de despertar, que esto es muy fuerte, pero no importa y sigo. Para comer llamaré a un telepiza y los danones se los daré a una oenegé de yogures sin fronteras.
Y en esto llega lo peor. Busco a Mariconchi, Ctrl+B, cuyos argumentos son simples y poderosos: buenorra y sin hijos, con visa oro y con cama por delante y por detrás. Le doy a Mariconchi, copiar y pegar, y al pulsar la tecla Insert empieza la invasión. La pantalla, en vez de Mariconchi, se me llena de bestias carnívoras voladoras, aves rapaces submarinas y fieras carroñeras que aumentan de tamaño, van adquiriendo relieve y todas a una saltan de la pantalla extraplana y ¡zas! me comen la nariz y me sacan los ojos y me hacen sangre y se comen mis tripas y me dan bocaos en la punta el nabo. Diga lo que diga el regidor, me dije, ahora sí que despierto. ¡Aaag! Por si acaso (he declarado tabú decir ‘por si las moscas'), volví los retratos de mi cuarto del derecho y a su sitio, le instalé al ordenador todos los antivirus de este mundo (menos el Panda) y prescindí del ratón.
Maicaespinas, pesadillas, amenazas. ¿Es éste un beatus ille? Gregorys McDonalds, Eusebios Valladares, Maripuris, jefes de estudio. ¿Carpe diem o cárpete los cojones? ¿Tú eras el que decía a sus alumnos: trabajo, el que os deje cuanto más libres? Ya me entró lo que en ciclismo se llama una pájara, bajón físico súbito que impide al corredor mantener el ritmo de la carrera. Como quien dice quedéme y olvidéme y el rostro recliné Sobre el Hilado. Era junio, habíamos despachado casi el curso, en el horizonte: vacaciones. Ni envidiado ni envidioso, era de esas veces que uno podría parar el mundo y si lo paras lo paras en su punto exacto. Porque si sigues te enredas otra vez. Y otra vez y otra vez. Me dije es el momento, se acabó. ¿Se acabó? Me faltaba lo que faltaba: Doble Erre.
Íbamos por el final de junio, fin de curso, vacaciones. Vacaciones de maestro, chaval. Mis últimas dos gestiones habían ido en son de paz: conseguirme una comisión de servicio para en septiembre cambiar de instituto y cerrar la editorial alquilándoles a unos músicos el cuchitril del Sobre Hilado. Algo se vendió en un cambalache, la Sínger no. Si la editorial seguía sería como carácter, como marca y seña, como algo siempre nuestro. ¿Publicar nuevos libros? Ni mijita. Por encima del cadáver de mi portátil. Que le vayan dando. Eso iba pensando a punto de cerrar la maleta de Halcón Viajes, cuando un golpe de teléfono: -¿Ale Berlín Dato? Soy Doble Erre, tú no me conoces, yo a ti sí. Dentro de un sobre, en tu buzón te dejo unos papeles, canela fina. Jódete porque en tu puta vida habrás leído nada igual. Tómate el tiempo y hablamos. Y no se te ocurra plagiarme porque te capo. Parecía un personaje de novela.
En la playa, busqué el quórum. Yo y una cerveza formábamos buen comité de lectura. En el sobre venían todos los datos de Doble Erre: tres números de teléfono (casa, trabajo y móvil) y dos direcciones (casa y trabajo). Estaba claro que el tipo quería ser localizado. Y me puse a leer aquel ingenio. En portada, nada: Doble Erre, Relatos, y empecé. Una prosa impecable, canela fina, era verdad, de lo mejor que he leído. Daban ganas de reanimar el Sobre Hilado y publicárselo. Sólo que, páginas más adentro, Jonathan, Jessica, Elizabeth del Carmen, Ruth y Vanessa del Rocío eran los nombres de algunos protagonistas. Había un profesor leyendo El túnel de Sábato y Manías y melomanías mismamente, de Hipólito González Navarro. Había un zoológico bastante ilógico y una muchacha en una joyería. Había un volkswagen como el mío destrozado en un instituto de arrabal. Quan creus que ya s´acaba, torna a començar, canta Raimon, canguelo puro. Pero es que encima y además y para más inri y para más joder y cuarto y mitad de lo mismo, en la prosa de Doble Erre se veía un Tamara sobrescrito a pluma donde aún se dejaba leer Maica Espín. No fastidies, tú. Cuando unas páginas más allá vi que ponía "fue a hacer recados en bicicleta" en lugar del tachado "la playa abarrotada no le apetecía" confirmé mis temores. Manuscrito era y más, el original, y más: ejemplar único. En todo caso, no tuve ganas o valentía para seguir leyendo. El tipo no parecía que fuera o fuese a andarse con chiquitas. Amenazándome con plagios, y era él quien me había estado, más que plagiando, espiando. Quien mandaba contra mí todos mis molinos de viento, mis monstruos de invierno, mis alumnos por orden de lista de la A á la Zeta, de Abigail la testiga a Zumulucú el subsahariano. Exactamente lo que mi médico me tenía prohibido.
Dejar la ciudad en verano me venía fetén. Desde la playa le he devuelto a Doble Erre sus papeles con una nota de disculpa. «Escribir es una enfermedad, los libros como enfermos y los lectores como médicos. Búsquese otro diagnóstico más autorizado que el mío.» Me las avié para hacerle mi devolución sin remite ni matasellos. Para Doble Erre estoy de gira por el Mediterráneo.
SÍNTESIS
De gira o no, aprovecharé para terminar las entregas de Vidas Fastidiadas y el novelón que me haga rico y que me saque de apuros. Fatalmente se titula ¿Quién mató al orientador?, y va en la línea de Vázquez Montalbán y sus aventuras de Carballo, tócame el carallo. Por cierto, debo corregirme esta manía traumática de buscarle el premio a todo. Premio le llamaban en el colegio a esa rima que humilla tu nombre o apellidos, mayormente por lo bajini mientras los profesores pasan lista. Ese ripio impío con ‑ote, ‑oya, ‑ón, ‑ajo, ‑ato, a base de cipote, cojón o carajo. Luis de Góngora y Argote, presente; Juan Ramón Jiménez Mantecón, presente; Luis Cernuda Bidón, presente; Alejandro Berlín Dato, presente y atríncamela un rato. Muy gracioso. Y si te chivabas era peor. Los mayores te esperaban al recreo y te daban una catea, lluvia de collejas que te dejaban el cráneo listo. Luego hablan de Alcatraz. Una hermosura la infancia.
Para trincar, lo que se dice trincar, y premio y hermosura, como el Planeta, ninguno. De otra galaxia. Amo ese premio con todos sus cien millones y con toda su burguesía a cuestas. Necesito la pasta para comprarle ajorcas a Tamara. Estilo no me falta y voy por la página 15. Ya queda menos. Nos vemos este otoño en Barcelona. / a Tamara, faltara o faltase /
alimaña.
Del lat. animalia; pl. de animal, -alis, animal. 1. f. animal irracional. 2. [f.] Animal perjudicial a la caza menor, como la zorra, el gato montés, el milano, etc.
hambriña.
Del gall. port. hambrinha. 1. Tristeza o melancolía cuando en las hambrunas extremas recuerda uno cómo era la comida.
El sueño de la razón produce monstruos
(Goya, Caprichos)
[Alimañas. Arte menor]
Si no fue patria pequeña
Españæs ni breve cuña
la de Bulymia, es que a puña-
ladas la obra domeña
una razón, que la sueña.
Crece pues, ya es Alimaña
que a lo carpanta hace ñaña
donde usted, y que usted lo sueñe
bien: Buly apunta a la eñe
cinegética de España
[Gallo]
Cruce de guante y gaya
ciencia y un tres simbólico,
no falla en los salones
posándose ahora como
gallo o gallina o polla
de pelea. Los titis
primordiales, hasta el mis-
mísimo: que le den
al ritmo de avecrem
una ilusión de olla
[Perro]
Hay vocación de astado
bravo y nocturnidad
con el hombre. Ese bicho
tierno (miren qué ojos)
busca a alguno que quiera
la pelota y lo libre
a él de tan doméstico
juego. Fácil metáfora:
la luna es la manzana
y el perro su poeta
[Toro]
Manda el artista. Cabras,
vacas, bisontas, búfalas
disputan sus afectos
contra los mayorales
que aprecian lo esencial:
macho. Y él mientras tanto
sueña con la marisma y
con ser actor de cruci-
gramas. Antílope afri-
cano. Dos letras. Ñu
[Mosquito]
Cruasán volador, oje-
roso y cansado, harto
de su papel de agudo
molesto, con sus alas
-rara saeta- se hizo
un manto pa la virgen
del señor... Pocos méritos
para el día de agosto
y el inútil combate
contra el terrible Aután
[Mariquita]
El agujero negro
lo presagiaba: nada es
creación ni dios, belleza.
«Caído se le ha...» puso
el peor de los Góngoras,
como ese huevo o caca
que acaso es cara abajo
un burdo calambur:
muy mari quita y pone,
lunar, a sus lunares
[Espeto]
La raspa de un espeto
dice toda la historia
de España: gris corbata,
radiografía estricta,
que te como, Caín.
Sardónica se ríe
presintiéndose hermosa
fósil. Nadie se extrañe
de un pez con fe en la red
surrección de la carne
Daniel Lebrato
HACIA
Hacia
[teoría de la ciudad]
Nadie sabe si Ítaca fue una ciudad o una aldea tal y como las entendemos ahora. Lo cierto es que el camino de vuelta de Ulises, turista y urbano, propicia el mito doméstico: al fin en casa, su cielo protector. Y qué más da que al día siguiente planeara las fugas sucesivas que son las horas. Homero no lo cuenta y no parece que a ninguno le interese. Comúnmente le decimos regreso.
Regresar es banal, el regreso no. De todas las odiseas, ninguna tan fuerte como reponer la casa, reencontrar o renunciar al mundo tal como lo habíamos dejado, maniáticamente todo en su lugar cualquiera. De pronto ese mundo ha funcionado sin nosotros. (Lo que no es más que un anticipo, una especie de ensayo general.)
Si compuestos, vestiditos como novios, el día nos sorprende y sólo huele a invierno, habrá que ir a la mirada del padre o a los desvanes de la casa familiar; al compañero de pupitre, a aquel amor augural o a aquella declaración que creíamos para siempre. También al amigo que se nos fue en un descuido.
Hacia.
Dicen la infancia, las fotos, una ciudad.
[Ciudadano Kane]
Barcelona, 1954
Poquito a poco vamos como la espuma
sucia de los días que deja
en las ciudades la blanca
enamorada nieve
.
[Epitafio]
Por esta casa -antiguo
número de tal y cual-
pasó
.
A veces me tropiezo sin querer
con el que fui y apenas me saluda.
(José Antonio Moreno Jurado)
¿Soy yo o soy el mendigo que rondaba mi jardín?
(J.R.J.)
Con la barba afligida, sin afeitar y feo.
(Miguel Florián)
Lo más profundo que de ti conoces: la piel.
(Juan Cobos Wilkins)
A la larga la máscara se convierte en rostro.
(Yourcenar)
[After Shave]
Lo has leído en autores más sabios y respetables:
el aire de extrañeza de quien se mira al espejo
y no se reconoce, como dudando si es él
quien tose, quien asoma tras las ojeras. La idea
no está mal. Sin embargo, tú cultivas sin escrúpulos
la impostura que alguna vez ‑Manolito y el lobo‑
será más cierta, y haces del espejo un camerino.
Negándote, te afirmas: no se visten los actores,
se disfrazan. Quien no te conoce piensa: «de otro»,
y no: no hay más papel que al que das vida, el que detrás
del vaho te devuelve y te sostiene la mirada.
Celebras los chalecos y el sombrero y el bastón
que presumido eliges antes de que todo sea
verdad, verdad el lobo.
[Segundo Autorretrato]
Afeitado. Duchadito.
Con el pelo y las uñas
impecables, a prueba
de fotógrafos.
El traje, ni más ni menos
que la etiqueta exige.
Saber llegar.
Que los tuyos te reciban
como suyo.
No pudo César
morir de otra forma.
[De la sinceridad de la infancia retratada según se entra en la Poesía]
Se nace o se pace, pero a casi
todos da tiempo a manipular el
borrador y a falsear las pruebas
del alma, sus recuerdos. Son cromos
de un álbum de otra vida, no nuestra
vida, y son también una coartada.
Hagan juego o poesía, los dados
‑manda el crupier‑ van a su imán, van a
su ayer y a los ayeres supedi‑
tados a condición de la bío-
grafía que, como un crimen, preme-
dito. Podéis dudar del que fui,
no del que soy: maté a los testigos,
borré las huellas, me di a la fuga.
[Cóbreces]
Entre maderas carcomidas en el Arca
de Noé de la memoria, buscan
los chiquillos capas, peluquines,
guardainfantes que dan risa
al aderezo fúnebre de los sombreros
de copa, al máuser de los cien años.
Con ciego presentimiento tú esconde
esa página encuadernada en polvo y
disimula: suena la música y es carnaval.
[Santas Patronas]
¿Había o no que pedir fiado?
Ser de otro mundo. Sin ir más lejos,
de un norte muy verde y de muy noble
familia (y decirlo con la ese
castellana). Hablarle por encima
a la gente del barrio, total:
ya veis, vamos, bueno, a saber qué
sabrán. Menos mal que éramos muchos
y en casa nos hacíamos compa-
ñía. Hasta las colas para el cuarto
de baño tenían su aliciente
con paciencia: hacerte el loco, echar el
pestillo, calibrarte el bigote en
el espejo o viajar por la vía
láctea entre las piernas. Pero sobre
todo, los sábados por la tarde,
aquel baño semanal de multi-
tudes contra el piojo. Primitas
y hermanas mías: adivinar
las ingles bajo las batas húmedas
y hurtaros al reojillo el orgullo
de los pezones, hicieron fácil
lo peor: el agua y el jabón,
la misa del domingo, decir-
le los pecados al confesor
y cumplir la penitencia el lunes
con el babi marrón de becario.
[Visitación]
Oh jugar al escondite al juego
del coger de las prendas a oscuras
y en celada quién la queda entrar en
un armario a oscuras o debajo
de la cama y tropezar tocarse a-
sí como quien no quiere la cosa
rodillas sudor nuca y clavículas
su blusa de colegio botones
y las tetas botones no vale
una y dos tan prietas responder
uno con esa dureza extraña
en el calzón tan estrecho y luego
tres por mí con manos torpes ave-
riguar el sexo de las muñecas
el mareíllo de los elásticos
de las bragas caliente caliente
y un olor un olor ya sorpresa
sí vale la maraña del vello en-
sortijado resbala rajita
le daban mil nombres los mayores
curioso y era un animalito
rico una plastilina caliente y
pringosa un flan rico de caricias
y de olores como estar borracho
¿no? levantar su falda escocesa
un muslo lo que sea de usted
vaya que venga la luz y dos y
tres y respirar más fuerte más
fuerte no saber ni quién la queda
qué es esta humedad la luz ni por
dios lo sepa nunca su marido.
[Mademoiselle Chantal]
Blas de Otero
El año de los plumieres amarillos
Mademoiselle, con tal de ver
el triángulo de tus ver
mudas de nailon, daba igual no haber
hecho los deberes y el asseyez
vous, Lebrato, y el cero y la pizarra.
[Patio de los Naranjos]
Novillos de los chiquillos
Los libros de portería y
De pelota (ya no bota
Mi papá no) las narán
Jas amargas amargadas
De patadas de gorilas
Colegiales. De mayores
Querrán meterle otro gol
Sus delitos al olvido
-Las manos en los bolsillos-
A la puerta del Perdón.
[Carolina de Mónaco]
Sólo por ti, volvería gustoso dos
o tres veces por semana a revisar mis
empastes, sacarme muelas que apenas
tengo picadas, quitarme el sarro,
todo, con tal de verte en la sala
de espera del dentista. Y si estás
tan ocupada, la próxima consulta
haz que salga algo (tendrás por ahí)
de tu hermana pequeña, Estefanía.
[Instituto Murillo. Femenino]
Rechaza imitaciones,
que es calidad, chiquilla.
Bajo mi gabardina,
el auténtico, el único
muelle de las delicias.
[Giralda.34]
...y 34. Si has llegado hasta aquí, no te estorbe un turista más o menos japonés con polaroid. Tú haz la fórmula de los móviles y, siendo constantes peso y altura, despeja equis: cuánto tarda en estrellarse contra el suelo un cuerpo (el tuyo) progresivamente acelerado para dar con la micra de segundo que pasará y pisará esa losa de mármol (no otra) la traidora.
[Real Maestranza]
Ciega el sol del dieciocho y confunde la cuerda que sobre un vano y presumido centro tensa el ayudante aprendiz de agrimensor. Nos imaginamos al muchacho indulgente con el error del arbitrista, tan lejos en el otro cabo que según sus cálculos (si por mi vera pasas, como él aclaro mis lentes y te miro) hoy serían burladeros las columnas de la catedral y tan larga por abril la embestida de los toros como privilegiada gloria la de los santos en primera de barrera de puerta San Miguel.
[Gradas. Catedral]
Tendido de sombra donde el cochero
nos figura, míster, subidos en el dólar;
y el míster, con el hambre del Guzmán,
la montería del Buscón o las tijeras
de Cortadillo. Menudo
sitio es éste para quedar citados.
[Puerta de la Carne]
De las cisorias artes medievales
de don Enrique de Villena, hasta
las mañas del jifero de Sevilla,
Berganza, lo que va.
[Columnas de Hércules]
Su sombra ‑como la del ciprés- es
alargada (Carlos Primero y su hijo
el Rey Prudente sirvieron de modelos
anacrónicos). Te tientan las fáciles
ironías con los padres de la patria
que vieron aquí el heráldico emblema
de un futuro más glorioso. Nunca
el pórtico corintio de un barrio
de putas ni el quicio donde -por sí
o por la Humanidad- se apollan
los césares de tanta mancebía.
[Plaza de Armas]
Trenes de alta velocidad
sin ventanillas abatibles
donde fumar está prohibido.
Pequeño amor de los andenes.
Tus labios de vodka, tu patria
soviética que ya no existe.
Mi billete en una estación
‑consuélate- que tampoco
es.
[Casa Bigote.1]
No me basta la rosa que en la lengua
deslío, ni la sal que por el cuello
sanjuanizado sorbo con lujuria
de otro mar de Sanlúcar, de otra cita en
Bajo de Guía. Ni me basta el morbo
mientras desnudo la camisa a rayas
del bello desconocido. (¡Oh el tigre
sanguíneo, oh el caníbal oceánico
que, rendido, la pudorosa pulpa
escotadísima en nácar me ofrece,
oh el negro entre los lomos, oh dureza
crocante cielo arriba de mi boca.)
Para olvidarte, otra botella: me mo-
riría si te tengo que matar.
[Casa Bigote.2]
No me consuela, no, me desafía a
venir de extranjis a este restaurante
ver con mis propios ojos (estos que han te-
nido de ti memoria y geografía)
si es verdad lo que dicen. Todavía
coquinas, rodaballo y bogavante
te hacen conmigo y no con el pedante
con que te han visto por Bajo de Guía.
Ni me consuela el langostino tigre en
cueros (nada especial al desnudar-
te tú). Más manzanilla. Así peligren
mi pulso y más de uno. Más. Mas temo
por mi vida. Pido la cuenta: me mo-
riría si te tengo que matar.
[Balneario de La Toja]
Si hoy día nueva rosa se bastare
a negar las metáforas de un mundo
mortal, yo cantaría el triunfo pundo-
noroso carpe contra fugit, pare-
cido a un Horacio, que os libre y ampare.
Pero, aunque enamorado y al común do-
lor sensible, frívolo ni profundo
podría en la metáfora durar. He
me aquí, me queda el beatus ille: tengo
libros, habanos, música, solarium,
masajista, marisquería, bar y un
plan. Como esta tercera edad hace engo-
rdar, de noche conviene alguna cosa
ligerita, poquito a poco, Rosa.
Pedro Salinas: «Distánciamela, espejo.»
A veces necesito
que te alejes de mí
(el tabaco, la prensa
pueden ser la coartada),
y escribirte o pensarte
a distancia, y entonces
contemplarte en tus cosas
como un signo perfecto.
Conocer cómo actúa
en mis brazos tu ausencia,
precisar tu lugar
en el centro del mundo y
si sigues siendo el rastro
que a ciegas buscaría.
«Conocerse es el relámpago.»
Te necesito a veces
con una urgencia impropia
de mi edad. Un olvido,
un recado cualquiera
me sirven para ir
a la busca y captura
del milagro de un rato.
Renovarme en la idea
que sin ti es imposible
y en los nombres y cosas
que descuido por verte,
y saber qué me falta
cada vez que te alejas
o me dices no quiero.
[Guía Campsa]
I.
El viaje se abre siempre por tu boca,
donde el rojo introduce al caminante
en el misterio del camino y donde
oficiante la lengua el viaje sigue
un rastro de aventura que sólo
en el recóndito y más dulce templo
desaparece.
II.
Un lugar en el mundo. Leo
Alegranza, Graciosa, Lanzarote,
otra vez Coimbra, Oporto.
Confundidor de los mapas,
nostalgia que tú me dieras.
Por entonces no hablábamos
de Alejandría ni de Estambul.
No dábamos por conocidos
los alminares de Santa Sofía
ni discutíamos que si Bizancio,
que si Constantinopla.
No sabíamos cómo se besa
la gente junto al Nilo ni cabal-
mente entendido que una ciudad
es un mundo cuando amamos
a uno de sus habitantes.
Era imposible adivinar el daño
que acabaríamos haciéndonos
y Kavafis y Durrell nos cautivaban.
[Calle Feria]
Donde todo es segunda mano y carne
de regateo fácil, quién fija
el precio que tú ‑no loza
de la Cartuja ni máquina
Singer- conmigo del brazo callas.
[Plaza de los Carros]
Ese gusto tuyo por lo mismo
una edición príncipe que dos
pares de calcetines, un número
del Capitán Trueno o clavelitos:
no te creas que ya no te quiero.
[Giraldas]
I.
El árabe no pudo
equivocarse tanto.
No haber previsto su derrota.
II.
Capricho de piloto y
cum laude de suicidas.
Pipa del opio
que una ciudad o casi
aspira, aspira.
III.
Oscura y servicial, esclava
del viento que la lleva.
No la mires.
IV.
Otro cuerpo busca,
de campanas,
quien se atrevió a mirar
y a ser mirado.
[Giralda]
Pocas veces después has vuelto a subir
por la gracia espiral de su lección
de geografía: tirado está
saberse más espadañas que el otro,
más horizontes que ninguno; te quise
no sé dónde.
[Guadalquivir]
Abdica la ciudad de su condición
celeste. Confunde como jardín
romántico la herrumbre de las grúas,
el óxido de los plátanos y el tábano
de algún coche de punto: acuarela
que al margen de las estaciones
parece siempre amarilla amarilla.
Sé que este río, no aquí,
más lejos desemboca,
pero si te das prisa das con mi grupo
sanguíneo nada más tocarme.
[Puente del Centenario]
Mateo,4,9
El virtuosismo de la araña que concibe
ingeniería como ésta no aventaja
la labor de uno cualquiera de tus peines
de carey, ni su paciencia la mía
por darte la gloria y el imperio
sobre estos reinos si postrándote,
es un decir, me adoras.
[Itálica.1]
Quién dirá que tus hombros.
Quién dirá tus columnas,
difusas como un enigma,
fatales como un desastre.
Las armas, diez cuchillos,
los arcos de triunfo,
las cuádrigas del pecho
son viaje y no son nube
ni piedra ni morada.
[Itálica.2]
Contra el ciprés que afila su perfil
de sombra sobre los ocres aún tibios
de Santiponce, ¿de qué valió bajar
a la llanura inmunda de Hispalis
la infelice y preguntar por ti
en la confusa jerga de mujeres
junto al río?
No te conocen los navegantes
que con la tarde y la marea
vienen de Sanlúcar ‑canta la gente-
rompiendo el agua,
ni en las tabernas acepta nadie
las monedas con que puedo
pagarte yo, el anticuario.
[Tajo de Ronda]
Cernuda
Aprendo del Guadalevín, que en la
constancia se hace mayor, trïunfa.
Y aunque a tus ojos mísero, mal-
oliente souvenir de minolta y
luces nunca usadas, no te asomes
al balcón, no me mires o acaba-
ré contigo igual que las ciudades
que un río, un amor, orografía.
[Hotel Reina Victoria]
Rilke. Ronda
Fuera de la alfombra mágica
celosa del pelo de tu abrigo,
no titubeen tus pasos sobre la cera
alex, si a su delicia se deslizan
pasillo adelante. Ve
ahí la puerta y el pomo
de otra noche de Ronda. Gíralo:
te propongo no hablar del ángel del abismo
ni del raro huésped de la doscientas ocho.
[Alameda con paraguas]
Recuerda la ciudad
tocada por la gracia
del agua de septiembre.
El limo amarillento,
la burla de hojas secas
en las alcantarillas,
el desconcierto de
la gente en los portales.
Recuerda aquella urgencia
primera de ir al júbilo
de la humedad, que luego
reprimiste: ya todo
quedaba entre los dos
un poco lejos, salvo
ese olor de las calles
a plumieres, a invierno.
[Gran Plaza]
Duende o caracol, bolero de cortina
para el cartílago más tierno, soplo
Botticelli o vigilia a la manera
que más te guste: duermen
los ejércitos y las cosas
ocupan su lugar en tu ciudad jardín.
[Serie B]
Tuviera el alma un sindicato que en los
cambios de estación todo lo trifulca
haciendo polvo las pocas seguri-
dades que nos quedan. Motín de objetos.
Rebelión de no retornables. Puede
ser Ludwig Van o el whisky o las pelusas.
Puede ser un olor. Todo consiste,
mi amor, en que no estás. ¿Pero no estás?
[Muerte en Venecia]
Puente abajo de Rialto, el aura
del Gran Dux, el ojo de Visconti,
la hoja de acanto de algún poeta
novísimo,
la lata de Pepsi, cierto hedor,
el borderío de los gondolieri
y esa muchacha (una foto en
San Marcos con palomas)
se hunden.
[Mando a Distancia]
No contento Siva, señor de todas
las ambigüedades, con el hambre
de su pueblo, estornuda hasta seis
con cuatro en la escala de Richter
y como un niño, arrepentido, llora.
Quince mil murieron en el tele-
diario de las tres y quince mil
se ahogaron en el de las nueve y media.
Como si llaman y eres tú,
mi cadáver exquisito.
[Boris Karloff]
Me duermo. Es tarde. Igual que tú, yo
tuve una princesa, no del alto,
del altísimo Egipto. Y si no muriese
de amor por ella, te la cambiaría
por esa que tú llamas una y otra
vez: «¡Ánkesen-Ámon, Ánkesen-Ámon!»
(Así que den las cuatro y que la tuya
sea en blanco y negro y en versión
subtitulada.)
[Claude Rains]
Supón que sea a París: nunca vuela
a nuestro gusto el pájaro de acero
y pianistas negros caras de sapo
la joderán aunque nadie
se lo pida con que el tiempo pasará.
[Un lugar en el Mundo]
Sequías como diluvios, algo me dice
que acaba el Sur. Hablan hombres del tiempo
de un agujero en la capa de ozono:
imaginaria quemadura de cigarro
sobre un forro cardenal como de ópera,
más cursimente: carmesí.
Llámame.
Llámame antes que el cenicero de la Tierra
derrita los océanos
que inundarán la casa de la playa.
Llámame.
Bajo la arena, burbujean navajas y coquinas
supervivientes desde otras glaciaciones.
Y un vino blanco de aguja muy frío en la nevera.
[Estación Término]
Coger los largos, viejos trenes. Ese nocturno
de expresos europeos con ventanillas aba-
tibles (pericoloso sporgersi) donde uno
sale al pasillo, pide fuego, parte con alguien
un cigarro y los cuatro tópicos, que si a dónde
se va, cuál es la próxima estación (sin que tampoco
importe: los pasillos tienen algo de cine,
algo de vicio solitario). Coger los largos,
viejos trenes. Con un billete para aquel
andén en donde todavía puedo esperarte
y no estas vías muertas de estación de película.
F
ue idea de Pilar Villalobos el mejor título de este libro: [Hacia]. El subtítulo [teoría de la ciudad] sonará al Tratado de urbanismo del poeta Ángel González. [El viaje se abre siempre por tu boca] se anticipó en el número uno de El Sobre Hilado (1991) y [Puente del Centenario] en los cuadernos del Proyecto Juan de Mairena, Poetas en el Aula (1993), compartido con Mª del Valle Rubio. El prólogo fue antes una correspondencia con Antonio Molina Flores; a él y a Luis Fernando García Barrón les va dedicado. Complicidades involuntarias, también dedicatorias: Inmaculada Maqueda y Andrés Díaz [Real Maestranza], Carmen Lebrato y José María Delgado [Estación Término], Juan José Espinosa Vargas [Guadalquivir], José Antonio Moreno Jurado [Itálica.2], Manuel Moya y Pedro Cantero [After Shave]. Que «una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes» viene de Lawrence Durrell en su Cuarteto de Alejandría. «Y todo el Sur» de [Heliópolis] lo usó primero Juan Cobos Wilkins como cierre para poemas suyos. A Pilar debo por último las palabras de Casa Bigote que dieron lema al libro: me moriría si te tengo que matar
[Heliópolis]
Te imaginas que un astro
te diera nombre,
moviera tu cintura
y todo el Sur
.
/ a Galera 10 /
Sevilla, 31 de Mayo de 1999
QUIÉN COMO YO?
«Miguel significa ¿Quién como Dios? Él venció al Demonio y es el defensor de la Santa Iglesia.»
(Misalito Regina, 1952)
«Dijo también Dios a Abraham: A Sarai, tu mujer, no llamarás más Sarai.» (Gén. 17,15)
Hay distancia más inmensa de Dios a hombre
que de hombre a muerte.» (Luis de Góngora)
Quién como yo?
Hermosa es la condena, libre,
ser el rebelde primero de la Historia.
(Juan Cobos Wilkins)
A la sonrisa del ángel etimológico
que, cuando nadie lo ve, hojea
y establece un plan alrededor
De los nombres de Cristo
ES TANTA LA DISTANCIA ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES,
que el Misterio se avino a expresarse en imágenes
comprensibles y, Eterno de Paciencia,
dejó correr milenios mucho antes de imponer
su Monarquía. Suavemente fue declarándose:
primero con el Sol, con la Lluvia y el Trueno
que enseñaron al Hombre su tamaño; después
mediante metonimias de un Olimpo que puso
para siempre fronteras a la Inmortalidad.
Fue su plan que los dioses olímpicos ‑banales-
cayeran en los vicios más humanos, que prudentes
varones predicasen que a tanto dios faltaba
una Moral: sería la hora y la misión
para el Único. El cual, al enérgico modo,
dio principio a sus Tiempos nuevamente creando
el Mundo de la Nada y guardando para Sí
las llaves de la Ciencia (hombres y dioses ya
definitivamente desposeídos). Pero Dios
-que es como se nombra modernamente el Único-
vio pronto que los hombres sin Ciencia y Teogonía
se aburrían; que incluso despolvaban antiguas
debilidades, como adorar becerros de oro
mientras Él dictaba las Tablas de su Ley.
Inventa pues los ángeles -rebaja, en cierta
forma humana, a sus excesos de Espíritu- y se
mezcla con los mortales; cede también Divinidad
a los profetas, hombres que distraerán al pueblo
con sus milagros. Así, hasta su esfuerzo más didáctico
que fue sin duda el Cristo de Nazareth, la máxima
humanidad que Dios pudiera permitirse.
De Cristo, escribe Borges: «nos ha dejado
espléndidas metáforas». No obstante
la de la Cruz defrauda por tan obvia y
tan enorme distancia entre Dios y los hombres.
EDITORIAL
Pues y qué menos que confundido en-
tres nubes de alta montaña ser
rayos y truenos en zarza incandes-
cente, con lo que es este oficio
raro de la palabra. Sólo un
mandamiento os doy: existe el Diez.
LUZ DE AGOSTO (LA CREACIÓN)
I.
Ponedle Tierra Firme, que no es otra
la estirpe de su abrazo
II.
Dureza del diamante que retrasa
su destino bajo tierra
Acaso duda del engaste
que le tienes prometido
III.
Ha de vérsele venir bajo forma de golpe
de mar que inundara una bahía
como herida manantial, como flamígero
alfanje de un ángel
exterminador
Luego será la cínica sonrisa, el gesto duro
cinematográficamente aprendido
hipocondrías que fingen y no niegan
que su víctima lo enamora
IV.
Dolor: cristal severo que nunca anduvo
en las orillas de Murano, parteluz
y arena de mis días, qué habré de agradecerte
mientras viva y hasta las últimas
consecuencias de la Tierra
A lo mejor este azar
que dándote vida destruyo
V.
Ponedle Tierra Firme, y que la patria
y el nombre que le han sido
dados
se disuelvan en sus labios con suave
acento de extranjero
SI FUÉRAMOS EL VERBO
(LUNES)
Si fuéramos el Verbo, qué tontería
hacernos carne, separar
las tierras de las aguas y éstas
a su vez en ríos y en océanos
los días de las noches, las cosas
en tres reinos, quitarle a nadie
una costilla, en fin
Nos bastaría con la luz
(MARTES)
Si fuéramos el Verbo, quién nos dice
que en un descuido no perdemos
el almanaque de los seis días, la bolsa
de los truenos o el librito de alquimia
por hacer la espía del ángel apremiado
que viniera a aliviarse a la sombra
del árbol del Paraíso
(MIÉRCOLES)
Si fuéramos el Verbo, a buenas horas
distinguir un árbol de la ciencia
del bien y del mal de un árbol
de la vida. Pero puestos
ya en agriculturas, pediríamos
ser pientes la manzana
que el otro mordería
(JUEVES)
Si fuéramos el Verbo, no querríamos
hacer de nuestro llanto universal
diluvio, aunque -eso sí- nos gustaría
jugar entre las zarzas, ser
la chispa de la vida
(VIERNES)
Si fuéramos el Verbo, a saber
la serie de los números, la ese
del plural, los endecasílabos
la fecha de este día
un milímetro de más
y la palabra más, Borges, la cábala
el pentagrama, el Pentateuco
las cifras del Diluvio y del Sinaí
el pan ácimo, la leche desnatada
el uno, el dos, la Trinidad
(SÁBADO)
Si fuéramos el Verbo, que un funcio-
nario piense los mandamientos, dicte
a patriarcas duros de oído libros
y libros hasta cuarentaitantos
Los encuaderne en pasta y nos dé
los renglones torcidos
(DOMINGO)
Nos bastaría con la luz, pero si el Verbo
a pesar de todo insiste y se hace carne
ojalá distinga los distritos, las tarjetas
de visita en los buzones, toque el timbre
y habite entre nosotros
QUIÉN COMO YO?
DICEN QUE LLUEVE SOBRE EL CAMINO DE DAMASCO
y que las aguas son del río de Sanlúcar
o del viejo Tiberíades
como la luz que al persa deslumbró
la víspera imposible de Salamina
está en las últimas pupilas de almadraba
del mar en Sancti Petri
Que arde Beirut como tus piernas arden
y se derrumba un muro de Berlín a Jericó
DE SANTO EL HUESO QUE EN LA MANO, FALANGE
o metacarpo resiste y no se rompe
si colérica expulsa de tu cara
como templo mercaderes
NO ESPECIE PROTEGIDA, NO CÁLCULO
de paloma ni rama tierna de olivo
te quiero. Sí
fleco de diluvio, color
octavo de arcoiris
MÁS QUE CUMPLIR LOS NOVECIENTOS
sesenta y nueve años, hasta el fin
en mi cajita de nácar el anillo
rosado como el día
de tu primera circuncisión
PÍDEME SI QUIERES FIBRA DE LAS VENAS
plaquetas de esta sangre, agujas
de navegar desde mis ojos, iri-
sada seda de diafragma o pabellón
de mis orejas. Nunca
labor de cestería, recogido
mimbre donde bordar tu nombre
salvado de otras aguas
BAJARÁ EL ÍNDICE FEBRIL BUSCANDO LOS ARCANOS
del pecho, allí donde la ardiente zarza
no se consume y un pan de miel
para los labios rebosa
Ganará la mano en osadía cuando atraviese
el mar rojo de la camisa y siga entonces
la ruta de caravanas del vello más suave
Y así la cremallera levante sus almenas
no habrás de detenerte hasta la tierra prometida
CON LAS DOS MANOS, ÉSTAS
que dieron cielo a un príncipe
en sus pirámides, busco
frutales horizontes y, ajeno
a todo vértigo, divido
como pulpa con las uñas
en dos las aguas, doy
crédito al milagro y
la espalda a los egipcios
GRADO AL CRIADOR QUE HIZO POSIBLE Y
más largo que el índice acusador otro orden
trinitario de falanges con que ahora
donde nadie ha llegado llego
y te bendigo
RADIANTE ESTÁ LA CELDA DE HOSPITAL
donde Juan de Yepes escribe lejos
de tu noche oscura, no tórtola
ni paloma, no tampoco
ventalle de azucenas
Como ignora tus vaqueros y tus tizas
de colores, la blusa donde ahora
tus tetas son para el apártalos
amado dos mellizos de gacela
LIBRO DE SARAI
ALFA
A la hora de elegir a quien iba a ser
Primer Sumo de los sumos sacerdotes
Dios parece como un maestro perezoso
que mira la lista, busca un nombre y saca
a la pizarra al primero que encuentra:
Aarón
Y OMEGA
De Zworýkin, Vládimir Kosma, físico usa
de origen ruso, inventor de un curioso iconos-
copio, sabemos también que, aunque de joven
fuera siempre el último de la clase, una rara
y ortográfica lealtad hacia su lengua
materna le vale hoy día para cerrar
enciclopedias como la Espasa o la Británica
NO8DO
El trazo que, perezoso, cifre su pereza
en la madeja del ocho aprende
por qué grafía y símbolo confabulados
trabajan contra él: ni el arcoiris
tuvo cifra semejante, ni Dios
nada que hacer ese día
LUZBEL
Espejo y gota y agua
cristal o arena rota
altura y vuelo: vértigo
Amor de Luz
Terrible la caída si es
nostalgia de otros tiempos
mejores: Tú
GÉNESIS C
He aquí el día de la mudanza: fue
la cópula terrible y se agradece
el sol de manera distinta. Un agua
desconocida nos inunda, nos inunda
Dirán que fue debilidad femenina
Pecado original le llamarán soberbia
PRIMUS CIRCUNDIDISTI MIHI
A todas luces lúcido, lujurias
una jungla de jaurías: jurarías
tu alma por un lujo de prejuicios
y prepucios de muchachos
PRIMERA COMUNIÓN
Con habilísima lengua,
recibir tu candoroso
centro, frágil pan de un alba en
mi saliva, hacerte mío en-
tonces, mío. Asegurarme
que ha conseguido no herir-
te mi torpe dentadura,
que mi paladar es leve
cielo al gusto tuyo, como
de algodón mi garganta hasta el
suspense del nunca visto y
más sublime trago. Cuerpo
de Cristo, escuela de amor
única
ÁNGEL EXTERMINADOR
Republicano o bolchevique ha de
ser el virus que igual ara la san-
gre de hermosos príncipes primogénitos
con las primeras crías de las bestias
y las esclavas primíparas
HOSPITAL MATERNAL
La criatura fronteriza que contra humano
pronóstico
sobreviva y se salve
juntará si es que puede
una tras otra las cuatro letras de tu Nombre
y dará luz
al rostro milenario que te atribuyen
piedades y hermosuras
Puzle más feroz si la criatura exige
un segundo milagro
y cirujano
HIJO DE MI DOLOR, ERES ÚLTIMO
molde del vientre y los aperos
En tu estirpe reconozco nombres
que me sonaban desde antiguo y que
apenas entendía: muero, soledad
o en plenilunio, llévame contigo
mi señor. Es decir la vida larga
de dolores que aún no te sabían
Benjazmín cumplido de una juventud
que más parece orgullo que otra cosa
(Verdad más leve la que me ocultan
las parteras, y que esta jerga impropia
que nada tiene que ver contigo)
SACRIFICIO DE ISAAC
Ea, padre, la leña, el cuchillo
afilado en la piedra, la piedra
todo altar, todo dispuesto
Dése prisa (dejo llorando
por mí a una muchacha), no me diga
que ésta es otra broma de mal gusto
CUESTIÓN DE MÉTODO DEL HIJO PRÓDIGO
Calcáreas, cada vez a más murmullos
las voces, o a caracolas, aspiran
Escucha el mar aquí o allí la foto
del adiós, aquel pañuelo donde
las lágrimas, cosa fácil, las olas
de tiernas miradas. Pero qué débil es
también esa señal, como de vieja
galena, clandestina, o distinguir
qué pierdes si te vas de lo que nunca
si decides quedarte será tuyo
TENTACIÓN DEL PATRIARCA
/Judá y Tamar/
Lo que en rito de inocencias de inocencias
de paternas vigilancias has perseguido
desde siempre por los pasillos por la luna
oblicua de los roperos o la caída
negligente del albornoz que se entreabre
con lavanda cada vez que me inclino sobre
tu sillón y te beso y virtuosa pronuncio
buenas noches
HORAS DE SARAI
(Génesis, doce y diez)
Como varón prudente, este caudillo
de los de a medias entre la virtud
y el hambre de su pueblo- no ha tenido es-
crúpulo en darme al faraón, después de
ganarse a costa mía los favores
de guardia y gente de palacio: «Dema-
siado hermosa, no mi mujer; dirás
que eres mi hermana». Y ya sin
tribulaciones de cornudo, puso
negocio y prosperó en mercaderías
Tanto que, vuelto en su virtud, hoy todo el
mundo pasa por su tienda y él ni si-
quiera quiere pasarse por la mía
JUDIT
No es difícil celebrar la sangre en
manos blancas -que diréis que no ofenden-
hermosas de heroína, y mucho menos
regocijarse por el hombre que perdió
la cabeza un poco antes que vosotros
Brindad, sí, pero os juro
que así será de aquel que con dos copas
de más pase por mi tienda una noche
y se me duerma igual que este
hijo de puta se ha dormido
ABSALÓN
/Fray Luis/
De bulbos obstinados o de navajas
barberas, como de un hilo, pende
la vida cuando el hombre
huyendo de alopecias (ya sabéis)
de un falso leño se confía
VISIÓN DE BABILONIA
(Soneto XXIII)
Si aquella vena del oro, Garci
laso, de la cabeza da un torso
de plata y si en tanto que de ro
sa la edad ligera corre al vientre
de bronce sobre piernas de hierro
por qué hacer mudanza en su costumbre
y azucena a vuestros pies de barro
JOSÉ
Si el hombre aquel
perito en vacas
pudo leer
gordas y flacas,
diría al rey
lo que faltaba:
Aquel desliz de Liz
de liciosa Cleopatra
ARTE RETÓRICA LA DEL QUE SUEÑA
su pesadilla como los reyes
antiguos, con esa mesura
que en cláusulas matemáticas
-pies, acordes- ofrece a la lírica
vigilia tanta. Y qué más da
el adivino: más que el fondo
de la visión, cuenta contarla
sin defraudar al público y oír
el pronóstico sin tampoco
perder la compostura
NO EN CAMPOS DE ZAFIRO PACE ESTRELLAS
licántropo este rey que ejemplifica
la Gesta Romanorum y el Libro
de Patronio: por ahí anduvo
siete años como buey deforme
a su realeza; porteros de palacio
lo habrán aspaventado y a saber
qué tiro de carretas o rocío
perfile su nostalgia, qué musgo
sintético rumiará por los pesebres
que en navidad lo acerquen a Belén
CABEZA DEL BAUTISTA, I
Acápite el afán de hembra que se asoma
sin vértigo a un balcón de cervicales
y carótidas del masculino tronco
separadas
igual que de su nácar, fresquísimo, un
molusco, o entre vocales cuerdas,
seductora, la sístole de una sílaba
ya incrédula del mundo esterno-
cleidomastoideo
CABEZA DEL BAUTISTA, II
Dichoso aquel al que la vida en estreno
estrictamente privado da una última
película que dilata para el mito
el número contado de sus días
Cráneo privilegiado si en bandeja
o nitrato de plata su retina retiene
contra el frío esa fruición veloz
de ver el que, ya octavo, velo, vela
lo macabro de las danzas de la muerte
LUCAS SIETE TREINTAISÉIS
(ensayo de perspectivas)
(1)
No ha previsto el huésped agua de sal en la jofaina ni beso de paz en el vestíbulo, ni fue mi frente ungida con óleos perfumados. Yo
(2)
he de lavar tus pies con lágrimas balsámicas y en mis cabellos enjugarlos. Nadie guarda para ti labor más primorosa. Ignora
(3)
que su estancia aquí peligra por Ley de Extranjería, que habita en casa llana de extramuros, que según
(4)
Lucas: en Mag-dala o en Betania aquella mujer había cono-cido siete veces siete príncipes demonios
SUCEDIÓ UNA NOCHE
/Frank Capra, 1934/
Murallas de qué noche, Clark Gable
Claudette Colbert, si afónicas
o estériles trompetas, moder-
namente jericoces
QUÉ HABRÁ PENSADO...
(ADÁN)
Qué habrá pensado Adán camino del destierro
después de haberle dado, Juan Ramón,
Intelijencia el nombre exacto de las cosas
(SARAI)
Qué habrá pensado Dios el día de la enésima
alianza al prolongar su nombre al venerable
Abrám, y qué Sarai (princesa)
muerta aún de celos por esa esclava egipcia
oyéndose llamar por el esposo, más breve, Sara
si el Lázaro no se adentra en ideologías
del metaplasmo y el asunto apenas
se comenta en círculos yavistas
(LA MUJER DE NOÉ)
I.
Qué habrá pensado la legítima del patriarca
la víspera del Gran Convite
viéndose
invadido el hall, llena la casa- dándole
a tanto huésped cuarenta días
de lluvia y sin mercado
de comer
II.
Cosas de hombres, por mucho
que Alguno ande entre los pucheros
(BARRABÁS)
Qué habrá pensado, ya en capilla
el hombre aquel convicto de homicidio
y de motín contra el imperio al oír
su nombre en boca de la plebe
y luego pasos por los húmedos
verdines de la piedra que a él lo salvan
de la cruz a punto como el otro
de cumplir los treintaitrés
(EL BUEN LADRÓN)
El día de las moscas pegajosas
a las llagas y de la orina
incontinente como el llanto
de cuatro mujerucas
qué habrá pensado Dimas, mucho
antes de verse celebrado en la
liturgia o por Juan de Mesa
imaginado un viernes santo
como Bueno (él, que tuvo fama
de torpe en su barrio y tantas
veces en poder de los romanos)
cuando el hombre de a la
izquierda del palo miserable
ya por su propio peso casi
descoyuntado- va y le dice
no se sabe qué de un paraíso
(TRINIDAD)
I.
Qué habrá pensado el padre, el mismo
que se hizo carne y como carne ahora
es hijo, cuando se tarda el espíritu y
lo mismo duele, centurión, un golpe
de lanza en el costado que, oh
más duro que el mármol a mis quejas,
padre, padre, por qué me has abandonado
II.
Como si tú mismo fueras como quien
dice el mismo prójimo al que dicen que
se ama como dicen a uno mismo que uno
mismo se ama dicen como si fuera
el prójimo uno mismo como quien dice
ama al prójimo como a ti mismo amén
(SERMÓN DE LA MONTAÑA)
I.
Qué habrán pensado los humildes
pastores, las rameras, los esclavos
fronterizos al imperio, nubios
leprosos o tullidos
ellos
con esa pinta el día
de la resurrección
II.
El día de la resurrección, tú y yo
qué imagen de estos años, qué traje
de gala elegiremos
SI
a/
Si fuera yo el espejo en que te miras
Tu sola imagen yo
mi semejanza
b/
Si quien nombra se apodera un poco
como Adán de las cosas que
se nombran, amor mío
c/
Si el ángel de mayo fidelísimo
a sí mismo tensara nuevamente
el músculo para el abrazo, cuál
ha de ser tu número, nocherida
que nunca cicatriza
d/
Si fuera yo la playa de los naufragios
de anoche, azogue para la bolsa
de tus ojos, vaho, propósito
de enmienda, saliva espesa
tos
primer cigarro del día
e/
Si fueras tú el jardín donde los días
ajenos a su nombre no cuentan
ni son siete, donde nada
ni la Creación pudiera distraerme,
yo sería
párpado leve o azúcar de cristal
del agua de tu sueño morador
insomne
f/
Si fuéramos el Verbo no tendríamos
que traducir lo que nos pasa ni, a página
perpetua condenados, faltarían
rúbricas como tus ojos, equivalentes
minúsculas a tu boca salmarina
g/
Si la noche de Babel confundiera mi lengua
como río que hacia el mar se pierde en la marisma
así también
reuniría yo el curso de la sílabas
que en tu nombre únicamente desembocan
h/
Si acudieran mis labios al agua de tus labios
y ese agua
fuera más dulce que la ley que a mares muertos
me condena si volvieras
la cara y en un beso te confundes
del grupo de los justos que salvan las ciudades
i/
Si las palabras te parecen oscuras
como escolares pizarras o tan claras
que borran el misterio imprescindible
date prisa y mira:
Gente hay que ahora mientras hablamos
funde sus anillos de oro y no menos
ceremoniosos que nosotros
entre sí se idolatran, se idolatran
j/
Si vienes a por mí, que a la primera
sea la vencida: de otra forma
el mínimo corpúsculo, de Meissner
suponte, de Pacini o de Krause, podría
organizar la resistencia
k/
Si la Noche de los Primogénitos viniera a
destronarte
y el solo antídoto eficaz frente al exterminio
fuera
marca de inmolada sangre en los dinteles
bastaría tu lengua
lanceolada como hisopo en el menor de mis labios
para inundar tu barrio de hematíes
l/
Si nos sorprende la luz en indeciso combate
que el ruido de la guerra nos ahorre
la superficie de las palabras
No me dejes caer en la tentación
de la ternura que trae la aurora
ni digas si te pregunto
cuál es tu nombre
Haz tú también como la luz:
Tiñe de rojo tharsis mi cintura
m/
Si lloras a mis pies es que no hubo
diluvio universal ni más precioso
lienzo si enjugara
mi llanto en tu cabello
x/
Si por mi amor quisieras delatarte
no un trazo de arcoiris
ni un toque de carmín
te bastarían
y/
Si fueras tú el espejo de los caprichos
que en nácar o en carmín dibujan
los días y las horas
z/
No habrá Aurora L'Oreal, sí Passo
Honroso de la Edad por tu cabello
de ángel
PRIMER JINETE (LAS FIERAS)
Bucéfalos, pegasos, clavileños
Memorias de cartón
piedra y purpurina
para el jinete de la infancia
triste en los tiovivos
SEGUNDO JINETE (LA PESTE)
Caballos de vapor, fiscales
del jinete ciudadano que no salva
puentes ni estadísticas, que -huyendo
el mundanal- ruïdo encuentra y su fin
un fin cualquiera de semana
TERCER JINETE (LA ESPADA)
Intravenosa la ciudad infierno y paraíso
de cristal corona escarchas princesa hemoglobina
tras lúcido jinete a ritmos coronarios como
un viaje
por el azar de la amatista inoxidable y si
duermes
no más adorable dama de esta noche perfumes
por última frontera caballero en plata espejos
países hipodérmicos lindos para violetas
metálicas y apoteosis te imaginas
el abrazo del infierno sicofármaco muy frío
o más paraíso y beso que arterial como heroína
CUARTO JINETE (LA BALANZA)
Habrá un caballo azul de seda manriqueña
para el jinete de los olvidos
Su canción
de cuna y olas sabe ya de nosotros
lo que supo por Orfeo, por los caídos
en Actium o en Trafalgar y está en las proas
atónitas de los bárbaros, en el saco
roto de los conquistadores
como en los últimos versos de Alfonsina:
«Voy a dormir, que no insista, que he salido...»
Y para qué un mástil como tuviera Ulises
embetunado mimbre, bondadoso
leviatán o espejo
MANE TÉZEL FARES
Qué otro idioma profeta de entre líneas
de las manos sin esfuerzo traduce: cuento,
peso, divido, si la cuenta está echada y
quiere la balanza su fiel perdido cuando
contra nosotros naciendo bien o mal que
cien años dure?
MANE
Cuando el matador y tú lo mismo preferís en el reparto, afán de retorno o victorioso botín, uno de los dos verá ante sí las líneas de un exilio que ni el más exquisito protocolo en donde llegue podría suavizarle, ni es bálsamo bastante el privilegio de figurar una vida distinta, desconocido en tierra ajena. Prisionero el corazón de la espada que no esgrime, como espejo mágico a su acero pregunta por el hilo cicatriz que, descosido, daría plasma heroico hacia un exilio más íntimo. No un destino por delante, matador. No un segundo caudillaje cuyo final conoces, aburrido
TÉZEL
Gusta que reconozcan tu nobleza. Que, de tu pueblo, la estirpe de la sangre te distinga: Príncipe en el exilio. Que un Jefe de Eunucos quiera nacionalizarte como suyo, modificar tu nombre, extranjero. Paje de lujo a los quince años, un preceptor severo te hará cursar el Relox de Fray Antonio de Guevara, los arduos tratados de Saavedra o Rivadeneyra. Hasta que, a solas y a escondidas, tu deleite de aprendiz se mire en otros espejos de príncipes rebeldes. Oyes el sueño de más jóvenes cautivos, la transgresión de esa noche y por costumbre te lo cuentan. De día, observador, desde la corte viviseccionas el régimen político de los bárbaros, su rudo despotismo, los hábitos pueriles del talión, y callas. Tu fama de analista crece. Un rey te solicita. Pero dónde tu pueblo cautivo. No basta que reconozcan tu nobleza
FARES
Morir sin conocer el fin del cautiverio. Prisionero siempre, qué recuerdo cuando la memoria hurga en los catorce con faros antiniebla, no perdona. Pierde el orgullo de tu nombre. No como él: Renuncia a la cordura del insomnio y confórmate con la común proporción de las vigilias. Juez es Dios. Tú sueña el fin del cautiverio y ocupa mientras puedas un lugar entre los tuyos
BUSCAS A ROMA EN ROMA?
/Quevedo, André Gide/
A saber si la una -como orgullosa
de su Cloaca Máxima- financió un día
(Audas, Ditalcón, Minuros) el juego
sucio en Lusitania, si desde el sótano
de la otra se alimentaron doxias
heterodignas de fuego y anatema, teologías
de la liberación
Si amor o conveniencia
juntan, Fabio, estas de admiración
romas traiciones y herejías
CRUCIFICCIONES
/Borges, Buly/
Corría el año del Señor. Seguramente
el imaginero discurre entre los tres o
cuatro clavos (Pacheco: Visiones de Santa
Brígida) sobre la tabla de la policro-
mía románica, más veraz que el triángulo
gótico. Duda que resistan radio y cúbito,
que verosímilmente pise el uno al otro
pie sin ir allá como miriñaque triste
tanto metatarso. No le ayudan los cuatro
evangelistas. No le sirven los apócrifos
y muy poco la versión siria del de Rábulas.
Cuando cree que termina, es nada, se equivoca:
a saber si la greña baja por derecho
o izquierdo lado, si aún conserva la corona
de espinas o qué lienzo disimularía
la mórbida cadera, el muslo mortecino.
Con ojos piadosamente yertos o en órbita
(como quien ya vislumbra concilios, vidrieras,
viernes santos), tal vez se da a ensayar futuras
iconografías, el fin. Ante esos ojos
dios y artista se confunden, pues a ninguno
de los dos le cabe la gloria en la cabeza
ni otro destino que inventar el paraíso
SI LA MANO DEL PEREGRINO QUISIERA RENDIR VIAJE
y ritual o virtuosa hollase el parteluz
como es costumbre
no habrá descanso para él o confundido
será que no ha llegado al pórtico de tu gloria
SERÁ QUE NO HA LLEGADO AL PÓRTICO DE TU GLORIA
quien confundido duerme en su posada y acaricia
un sueño de futuros finisterres
donde acaso su bordón
a ciegas tienta bajo el cielo de otros ábsides
vértice o sillar la órbita intocada
girola de una víspera de cripta deliciosa
GIROLA DE UNA VÍSPERA DE CRIPTA DELICIOSA
no descifra láudano que pueda aliviar su vigilia
ni ningún óleo -por final- generoso
Sí el error
que cometido tiene un precio y es justo
por los claustros románicos del insomnio
como quien busca el jubileo
QUIEN BUSCA EL JUBILEO DESATIENDE
la fatiga del camino y el avance
del miedo entre dos posadas. Inmune al
dolor de las criaturas, no ve el círculo
terrible de la Peste y de San Lázaro
Su cuerpo purifica con agujas
de manantial y allí donde la piel
inventa paraísos meretrices,
cortesanos, no se olvida. Ni escucha
las quimeras de las gárgolas cuando
toda la lluvia de occidente es
piadosa letanía o carcajada
DE HOY MÁS YA MENSAJERO
1/
Su cifra, su misterio
su madrugada cruenta
están en ti
que apenas luz ya vencido
como Jacob lucharas
y no sabes
2/
Nostálgica y fidel, Sarai
mastica a pesar suyo las migajas
de los manteles del noveno
auto de la madre Celestina
o para el caso miserables
cáscaras de altramuces como
el omne bueno aquel del conde
Lucanor, enxiemplo diez
3/
Sarai: quiere el que vuelve decir
con su regreso un nombre, nunca
lo que se sabe: la historia
toda, el crimen cometido
4/
Sonríe, porque si
hubieras sido el Verbo
es decir- creador
de un alfabeto, nadie
serías si tu nombre
no está en las páginas
amarillas de Babel
Un Jurado presidido por Rafael Alberti concedió a ¿Quién como yo? Accésit del IX Premio Nacional de Poesía que lleva su nombre, siendo el noventa y uno cumpleaños del poeta, 1993. Hay en el libro cosas para, por o de Juan Lebrato, Carlota Moya de Alarcón, Carmen Castillo, José Antonio Moreno Jurado, Juan Cobos Wilkins, Con Dados de Niebla, El Sobre Hilado, J.J. Díaz Trillo, Héroe de su herida, Valle Rubio Monge, Jesús Aguado, Antonio Jiménez Casero, El morador insomne, Rafael Pérez Estrada, María Dolores González Cantos, Cristina Peri Rossi, José María García López y El Fantasma de la Glorieta.
CAPRICHO DE UN DIOS CÍNICO, EL INCISO
FUGAZ DE LA ESCRITURA BUSCA -A OSCURAS-
LA BURLA DE LA BURLA DE BABEL.
Y ASÍ LA NOCHE TRAIGA SU INDULGENCIA,
SU OFICIO EL ESCRIBIENTE, SU LEALTAD
LA IMPRENTA CUMPLIDORA, VENGA EL VINO Y
BRINDAD POR LA MEMORIA DE UNAS HOJAS
NO MENOS OTOÑALES QUE VOSOTROS,
JARDINES DE AGUA DULCE Y DE GLORIETA.
OS QUIERE ESTE FANTASMA, QUE ES UN ÁNGEL,
MAS SI LO VEIS PARTIR A OTROS JARDINES
-YA DÓCIL VINO DULCE EN VUESTROS LABIOS-,
NO OS DUELA SU SILENCIO: NO ES PRECISO
HABLAR CUANDO UNO ESTÁ EN EL PARAÍSO.
a Pilar. Sevilla, 1996
Se terminó de imprimir el día 14 de agosto de
1996, XXXVIII aniversario de la muerte de
Juan Ramón Jiménez, siendo Presidente
de la Excma. Diputación Provincial
de Huelva don Domingo
Prieto García
Daniel Lebrato:
de amor como disparos
Nunca
mejora
su estado
quien muda
solamente
de lugar
y no
de vida y
costumbres
(El Buscón)
Para gentes
como ella
el misterio
empezaba
precisamente
con la
explicación
(Rayuela)
A TI PUES, MAGA, los objetos perdidos
los lazos de colores y las fotos
a la vuelta de una página, los días
y las horas colgadas de las perchas
o perfumes al acecho entre dos sábanas
A ti pues, Maga, únicamente
no inquieta el filo de los alféizares
la puerta de un armario, carcomida
ni el insomnio sin luz de las muñecas
que acá van dando miedo
que acaban dando miedo
Nada hay tan dulce como una habitación para dos, cuando ya no nos queremos demasiado
(Jaime Gil de Biedma)
PRIMER GUIÓN
Fundido en negro en la fosa común de la memoria / Hay mucho humo y un gris desastre que fuera previo a las ciudades o al camión de la basura / arenilla de fondo, de cinta muy vista, como de cine de barrio / Lo que suena es un tango o parecido lamento de cabrones / Así, al pronto, nuestro siglo más o menos / Trávelings vertiginosos / Rodapiés, hormigas, griferías / Profundidad de campo hacia esas cartas y fotos que alguien no supo romper / Geografía del abandono en primerísimo plano / Encima de una mesa vasos y colillas / Algún libro abierto tirado en el sofá / Conrad o Cortázar o el Si no fueses tan puta! de Jaime Gil de Biedma, o ya tampoco / Junto a la puerta un mapa, y a rotulador que podría inhalarse: Fundido en rojo sobre subrayado insistente
desde quien dice árbol porque no sabe sauce olivo manzano abedul o duerme bajo las alas de la palabra el sueño del opio o de la dama de noche y mezcla en pájaro lo chico y lo que vuela y no distingue petirrojos golondrinas colibríes hasta tus balbuceos diminutos y la rabia que te vence y me oscurece más allá de pena más allá de amor o duerme vida mía
como estrella en el azar de la noche como estrellas quién sabe si aún existes cuando nosotros las vemos a ti pues maga si escuchas el silencio de la máquina o metales preciosos de las piernas que estrangulan y a menudo tijeras japonesas mi sexo adolescente y la prisa de lo que escribo y el riesgo inútil de la palabra donde está tu casa y ya ves tijera japonesa en la memoria y como estrella si aún estás ahí amor mío me escuchas
mira detrás de las cortinas luna menguante como un vino deja en cuarto creciente su peso diminuto la ingrávida caricia de tu espalda y tu cumbre con luna elevadísima que habría que hacer algo por una noche más triste acudir por ejemplo a una cita de tabernas de muchachos de ojos líquidos y de alma confuso laberinto que cruzar esa frontera esa cortina ese salto mortal de la noche del sábado y no decir bárbaro que me matas con un beso hazme con un beso conocer mi destino
No al sol que dulcifica su mercancía por la borda. No a la más fina labor de las mareas de occidente. A ti te quiero. A la candela fugaz que desteje la vida en tus pulmones.
hubo un triángulo rosa y unos trazos azules en las paredes de tu casa en tu calle en la autopista del sur una barra de labios clandestinos amor como un grafiti de golondrinas velocísimas enamoradas de las conchas de las tortugas o dónde estabas tú maldita sea
pensarte sí pensarte como si soñara una vez mi corazón qué carrera qué salida si tiene nombre el meridiano que me traspasa el don de su ebriedad sin ti las noches como infiernos oleadas de brazos ojos fijos y deseos que ojalá aflojaran sus lazos algún día a la voz de no seas loco eso ya no se lleva razones para dejar de amarte dime
cada letra campos elíseos de batalla te acuerdas campos elíseos era mayo amnistía ven pintabas con el hígado o arráncame la piel que pasó por el mundo te dije y libertad no el miedo el carné no tardes en la boca todavía
Piloto de altura, no hay noche ni faro que te alcancen. En alta mar tus ojos precisan su estrategia: plan de evasión. Y ojalá yo fuera el ecuador que atraviesa tu vida en dos mitades o mis dos oceános azules la mirada que puede hundirte para siempre.
por qué pensar en ti es pensar un cuerpo tu cuerpo el reino de las incertidumbres qué espero entonces como espíritu pensarte concebirte como un ángel pensar tu alma es un alma hermosa y mientras tanto te doy nombre de pasión y de ternura y concibo la náusea y te concibo
qué mal creer que te inventaba como quien de pronto se abre una tierra prometida por ahí se perdió mi cordura escasamente qué impaciencia amor acosó por entonces un punto en tu mirada no pionero ni primero no nada que a la fortuna se parezca no nada que me otorgue el don de la palabra como miedo teatro o precipicio por donde sinónima mi vida aquí se queda clavada en tus espejos de amplia frente un brazo inútil de almohada un labio inútil una cueva de oscuros pajarracos refugio inútil una cueva donde otras veces solías visitarme y tu cuerpo en la noche qué sorpresa
del miedo el otro miedo tan difícil quiero hablarte eseoese o residencia que voy siendo duda de mis dudas palabra escudo y propicio lema de combate tanto os temo cuanto más os amo quédate conmigo esta noche de ausencias escucha no lo mires un unicornio rosa brama en tus espaldas
Esa música al alcance según perezas, países, estaciones, y es como el día de los abrazos: el desayuno en la cama, el café suavísimo para solo, la prensa y las cortinas que por oficio llevan la cuenta de las horas. O, mejor, me arrullo entre las sábanas y recuerdo un único cuarto, una casa conocida.
discurso el del discurso de la noche que discurre una noche se supone como tantas y por encima de cómo te fue el día o si llegaste a punto a tu diario uno de los dos va y dice cosa más terrible que la fiesta a que hemos sido se supone como uno y por costumbre invitados o si el miércoles que viene viene bien para quedar con esos amigos más o menos comunes que hace tiempo no veremos y esperábamos
ni a la moda celuloide ríete tus gafas tan oscuras a mediodía la calle y motos cafeses espumas como desastres de afeitar azogue azote iguanas piel ni parecidas ojeras frente al espejo arrugas ni en la cama fría fría brillantina a buenas horas tus pechos avagárdner máter mater males
se alborotan de noche las noches de la iguana no hay calor oficio del ofidio que en su luz van cirujando las agujas de todos los relojes de occidente y al oír la última señal serán serás te has ido perteneces pertenezco
Desaprueba la palma de la mano la exactitud del hueco de la almohada, el calor de la costumbre, la imperceptible pelusa, diablos de viento por el valle de seda de la ausencia, y no hay mensaje ni rabia ni venganza. Lección de Anatomía: aquí el preciso frunce de tu brazo por debajo de mi cuello, la sábana de escayola, tu sudor, el molde de la nuca, la mínima señal de tu colonia y una mancha de vino, detalles nimios de que dan cuenta la nostalgia y las lavanderías. Como si llaman y eres tú. Como si te dejaste queriendo la pitillera de nácar encima de la mesita de noche.
para al día siguiente los dos juntos celebrar con champán no importa si barato la ocasión única en que nos demos el lujo del desprecio brindar sí paul éluard presidiendo espumas globos zepelines no iremos hasta el final de uno en uno sino de dos en dos sonrisa y otro trago o no es un lujo o no es gracioso o no es paul éluard me confundo
no fue el amor un pámpano dormido sobre un gris acuario de domingo por la tarde ni siquiera sobredosis para un cuerpo en la bisagra de la edad cansado has conjugado el verbo amor y gas ciudad ve pensando en los objetos perdidos a ti pues maga letras anuncios signos y regresos no serán amor será cuando lo pienses un vicio solitario
a ti pues maga los objetos perdidos me confundo cada letra una batalla imposible ni siquiera si fuera tiempo de sorpresas amor de las tabernas navego y brindo por ti amor colgado de los vasos tremendo amor de la resaca donde tu imagen naufraga y vence hurgo en tu herida como un clochard contenedores de basura
Yo soy también tu extravagancia por las plazas, por salir muy temprano figurando que aún duermo, comprar el periódico y ver el mundo desde el otro lado del café. Por eso finjo: a quién le extraña que no estés. Me ducho, es como siempre: la corbata, tan pronto por ahí, que un día, las gafas, el sombrero, te va a pasar algo, ya lo verás. Y todavía espero que el recepcionista tenga para mí un monsieur y una nota que lo desmienta todo.
manos al cuello de la tarde corredizos nudos por la lluvia por el uisqui por el café la resbaladiza sílaba de invierno vieja kappel enterrado vivo en un blues perdidos los papeles ducados otro trago l´aprés-midi d´un faune qué pereza dar la vuelta a janis joplin o abrirte la puerta como abrirme las venas
nada que declarar conforme al signo de los tiempos a mi trabá joacudo con mi diner o pago y esas cosas al otro lado pared por medio una pareja interpreta al somier su hoyes sábado entonces siguen las cañerías ya ha vuelto a casa el vecino de arriba y oh cuánto fueron sus entrañas duras nada que declarar mi alrededor se crea y se descrea y en mi máquina el blues kappel en negro de una melodía sola melodía oh qweeeeeeert qwert
carnales geometrías y griegas y pronombres emergen de las plazas y abandonos tu espalda era el escudo de atenea dije tus piernas la mentira de los arácnidos dije caligrama rosa y blanco sobre la anemia y las plazas fuertes del alcohol beso de antifaz y carne de bambalina tu boca que es cualquiera y sacrilegio
Las espaldas nativas facilitan el trabajo, el desalojo imprescindible para la renovación de una especie, y aligeran la carga que el visitante lleva consigo de vuelta a su país, en esa imagen que el cine facilita y desconoce ideologías: preferible será dejarse ir y preparar unas monedas. La plaza, el mercado, una última ojeada, no estás, no te conozco. Y ya en el muelle la mugritud que bufa y leviatán se traga sin dolor al extranjero.
amor de colisión astilla diminuta de astrolabio pétalo navegar por la rosa de otros vientos frágil cresta de espuma imperceptible diafragma de marea amor campo de espuma y resto de sirenas invocálicas sal espuma y tinta para el naufragio amor de las cosas que escribo
en la vida amor mío o desastre cotidiano elija operación una tarde un otoño un acueducto en el fondo del vaso un color teclas azules un gesto forma de muerte o de tirar como sea por encima de lo que es su número personal desastre o viaje amor cómo vendrás si entre dos luces o dos copas intentaras ese salto mortal se está procesando espere del azar a la caricia a la barbarie y destrucción espero de la ciudad amor y con qué cara
si pudiera sí si pudiera olvidarme del último grito en materia de relaciones personales no sólo por vivido el nuevo desorden amoroso nuestro cuerpo es siempre monárquico y el corazón sede del búnker qué que podría prescindir de mis buenos modales creo que les llaman a mano armada podría jugármela contigo como impropio a esta hora quién evitaría que tu nombre sonara en todos los edificios pintar en las paredes que te busco y no hay tiempo quién me detendría o en qué cárcel si pudiera si yo fuera el cero y tú fueras el uno
La sirena es infancia y fulminantes abandonos. Esa debilidad que disimula detrás de gafas oscurísimas y cierto aire diletante que da en venir de todo, de agentes de aduana, de mujeres con canasto, un perro, en fin. Sonríe: es la pleamar. La estela deja la barra y nada inquieta la luz de un sol ya decadente que tampoco esta vez perjudicará tu fuga. Aparte, apuntarás en tu cuaderno de bitácora qué fuimos. Un hotel de mala muerte, una ciudad o Jaime Gil de Biedma.
no sólo pienso en ti y es que quién sabe qué distancia nos separa como en esos juegos en que nos gusta meternos barracones de feria con su truco de espejos multiplicación imposible con lo poco que hoy se estila gari cúper siempre solos ante el peligro
a ver cómo ensayamos de qué forma convertir una ciudad en nuestra nos encanta jugar y sentirnos placentera y placentariamente donde nadie nos llama no sólo pienso en ti apúrate ese trago y cerremos el kiosko que los reyes antiguos conquistaban las ciudades mejor que ahora nosotros algunos corazones no sólo pienso en ti según las estadísticas hay más televisores que corazones destrozados
si escribo es de una vez cuando las buenas intenciones la historia y su final también son tristes casi tan tristes como el ojo de dios por si deja algún consuelo a cuántos engaños por minuto circula nuestra sangre creyéndonos al borde de cuantas épocas y cuantos códigos y sobre todos la palabra por si acaso o si otro día tan dura la tenemos para seguir como si nada se hubiera irreparablemente roto en las neuronas que almacenaron golpes gritos declaraciones de amor como disparos
COSAS de Claudio Rodríguez, Fernando de Herrera, Juan Cobos Wilkins, Pedro Salinas, Albinoni, Frabetti, Cortázar, Janis Joplin, Mallarmé, Paul Éluard, Valle-Inclán, Antonio Machado, Lope de Vega, Raymond Chandler y Quevedo / Kappel es la marca de una vieja máquina de escribir / La noche de la iguana, una película de John Huston, Richard Burton y Ava Gardner / Se escribió el libro en enero de 1983 y se revisó y corrigió para Nuestro Arte un seis de agosto de 1994:
Malvendimos la parte más nuestra del idioma
diminutivos únicos, cómplices rúbricas
la sigla en remitente y los distritos
postales, pero en vano hemos cambiado
de costumbres y de cerraduras